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Comentario sobre el placer innato: «Syggenis hedone» como doctrina salvífica

¡Les deseo paz y felicidad en este Eikas! Hoy me centraré en las declaraciones que hace Epicuro en su Epístola a Meneceo que se relacionan con la doctrina syggenis hedone, que dice que el placer es innato a nuestros cuerpos y mentes, y expondré algunos de mis pensamientos recientes sobre esto. Este será el primero de una serie de ensayos.

Las fuentes

En la Carta a Meneceo, Epicuro dice varias cosas que son relevantes al placer innato. Inmediatamente después de explicar que nuestra naturaleza busca evitar el dolor corporal y la perturbación mental, dice:

Necesitamos placer sólo cuando sentimos dolor causado por su ausencia; pero cuando no sentimos dolor, entonces no necesitamos placer.

τότε γὰρ ἡδονῆς χρείαν ἔχομεν, ὅταν ἐκ τοῦ μὴ παρεῖναι τὴν ἡδονὴν ἀλγῶμεν· <ὅταν δὲ μὴ ἀλγῶμεν> οὐκέτι τῆς ἡδονῆς δεόμεθα.

Dice que “cuando no sentimos dolor, no NECESITAMOS placer”. Esta primera afirmación implica que ya tenemos alguna forma de placer cuando no sentimos dolor. Esto parece reformular la Doctrina Principal 3. Luego continúa:

Por eso decimos que el placer es el principio y el final de una vida completamente feliz. Por eso lo reconocemos como el bien primario e innato.

καὶ διὰ τοῦτο τὴν ἡδονὴν ἀρχὴν καὶ τέλος λέγομεν εἶναι τοῦ μακαρίως ζῆν. ταύτην γὰρ ἀγαθὸν πρῶτον καὶ συγγενικὸν ἔγνωμεν

Prestemos atención a la elección de las palabras: τέλος (telos) se refiere al fin de la naturaleza. Evaluaremos ἀρχὴν (arjen) a continuación. Juntas, estas dos palabras fueron traducidas por Norman DeWitt como “alfa y omega” para argumentar que los cristianos primitivos intentaban revisar una doctrina epicúrea cuando atribuían estas palabras a Jesús. Una búsqueda de arjen en línea arroja un enlace a ἀρχή, que se traduce como:

principio, origen

soberanía, dominio, autoridad

el extremo de una cuerda o palo, la esquina de una sábana

Arjen kai telos, por tanto, parece ser una expresión que alude al principio y al fin. Epicuro dice más: emplea las palabras ἀγαθὸν πρῶτον (agathon protón, primer bien o bien primordial). En los lenguajes modernos, “proto-” sigue siendo un prefijo de primario o antiguo, o los primeros prototipos de algo, y esto invita a explorar el surgimiento del placer en los seres sintientes desde la perspectiva de la evolución darwiniana.

Epicuro empleó el llamado «argumento de la cuna», señalando cómo los bebés buscan naturalmente el placer y evitan el dolor antes de cualquier adoctrinamiento cultural. Esto me recuerda cómo las aves que aún no han nacido, cuando están en sus huevos, todavía tienen escamas como las de sus ancestros dinosaurios. Las propiedades y comportamientos de las criaturas en sus primeras etapas son indicativos de rasgos profundamente arraigados que ayudaron a sus antepasados ​​a sobrevivir. El argumento de la cuna parece implicar que hay algo en nuestra naturaleza que busca activamente nuestro interés personal y trabaja por nuestra seguridad y salvación utilizando el placer y la aversión como incentivo, incluso sin nuestra participación consciente, ya que las criaturas recién nacidas aún no tienen capacidad de razonamiento.

Epicuro califica además el placer como agathon (un bien) protón (primero, primordial) kai (y) suggenikon (innato). La palabra συγγενικὸν (syggenikon) se traduce como:

(de una predisposición a la enfermedad) congénito o hereditario

de o para parientes, entre parientes

(figurado) parientes, de un tipo común

La etimología proporcionada para esta palabra es de σύν (sún, “con”, “juntos”) + γενικός (genikós), donde genikós se traduce como:

de o perteneciente a los γένος (génos), racial

principal, típico

compuesto por familias

sexual

en especie

Esta última palabra comparte raíces semánticas con las palabras gente y genes. Más abajo, Epicuro se refiere nuevamente al protón agathon kai symfyton cuando dice:

Y porque éste es el bien primero e innato…

καὶ ἐπεὶ πρῶτον ἀγαθὸν τοῦτο καὶ σύμφυτον

Aquí eligió la palabra σύμφυτον (symfyton), cuya búsqueda nos lleva a la palabra συμφύω (sumphúō) que se traduce como:

(voz activa) hacer crecer juntos, unir

(voz pasiva) crecer juntos, unirnos

(voz pasiva) para unirse con

(voz pasiva) para ser asimilado o natural

mientras que la traducción Study Light (utilizada para el estudio de la Biblia) ofrece esta traducción:

nacido junto con, de origen conjunto

connato, congénito, innato, implantado por nacimiento o naturaleza

crecidos juntos, unidos con

parientes

El Hegémone describe el placer como congénito mediante la elección de las palabras symfyton y syggenikon. Esta debe haber sido una doctrina establecida y asentada entre los categémones (Guías epicúreos) en el momento en que escribió su Epístola a Meneceo. Esto significa que el placer siempre estuvo ahí, desde el principio, en nuestra naturaleza. Podemos pensar en ello como una facultad congénita, o una parte congénita de nuestra naturaleza, o como un potencial siempre presente, en cuyo caso, la principal utilidad de la praxis filosófica epicúrea es que sirve como medio para despertar y cultivar nuestro potencial de placer.

Una doctrina de salvación universal

Epicuro dice que el placer es primordial y congénito a nuestra naturaleza y (como Aristipo) dice que es digno de elección por sí mismo, pero no vemos que todos los seres sintientes vivan placenteramente. Algunos viven más placenteramente que otros, ya sea por razones de circunstancia o de constitución. De todo esto, inferimos que todos los seres sintientes tienen algún potencial de placer innato, que pueden realizar o no.

Cuando decimos que el placer es nuestro primer bien innato, no queremos decir que no tengamos otras tendencias (a menudo en competencia) en nuestra naturaleza (como pasiones o miedos), como deja claro el Liber Tertivs de De rerum natura. Nuestro placer innato existe como una semilla, en forma potencial, rodeada de otras facultades, poderes y tendencias. Esto lo explica Epicuro en su sermón sobre el desarrollo moral, donde dice que llevamos dentro de nosotros diversas semillas y gérmenes, potenciales que podemos respaldar o rechazar.

Para enmarcar una práctica de esta doctrina de syggenikon hedone, debemos despertar, identificarnos y cultivar las semillas que nos ayudan a experimentar placeres fácilmente para que se conviertan en tendencias más fuertes dentro de nosotros, y debemos elegir, desarrollar y practicar tecnologías de el yo para lograr esto.

La enseñanza de Epicuro sobre el placer innato es una doctrina naturalista de salvación universal que ofrece esperanza a todos los seres sintientes, independientemente de su origen, basándose en su constitución innata. No hace afirmaciones sobrenaturales, por lo que es diferente de otras doctrinas de salvación universal y, sin embargo, ofrece una seguridad y esperanza similares. En un ensayo futuro, exploraré algunas de las formas en que se diferencia de otras doctrinas de salvación universal (particularmente del budismo mahayana). Una de las similitudes es que democratiza la salvación: todos los seres, en la medida en que puedan experimentar este placer innato, pueden alcanzar fácilmente una calidad de vida correcta y placentera.

Deseo señalar aquí, antes de pasar a la siguiente sección, la naturaleza compasiva de la actividad de los epicúreos de propagar y practicar esta doctrina, que implica la redención de este mundo para hacer que valga la pena vivir en él y para hacer que esta vida valga la pena vivirla. Mientras que la mayoría de las religiones convencionales explotan el miedo de la gente a la muerte, la vulnerabilidad más universal de los mortales, al rechazar todas las afirmaciones sobrenaturales relacionadas con la vida venidera y las vanas esperanzas de otro mundo, nosotros insistimos en reconocer el valor de este mundo. Esta actividad redime este mundo y nos da la urgencia de vivir de manera pragmática, placentera y correcta en este mundo.

SV 61 y el placer innato

Aquellos que tienen mala voluntad hacia los epicúreos podrían considerar que el enfoque ético en el placer innato es solipsista y excesivamente centrado en el yo subjetivo. Tengo dos argumentos en contra de esto:

  • La Doctrina Principal 2 encuadra la muerte como nada porque es no-sensibilidad, y al hacerlo insinúa una descripción de la vida como sensibilidad, y dado que el placer es el mejor modo de sentir, estas doctrinas juntas afirman la vida y son internamente coherentes, además de ser naturales, fácil de entender y no requerir afirmaciones sobrenaturales.
  • Creo que la doctrina del placer innato ayuda a dar sentido a la Sentencia Vaticana 61, que contrarresta este ataque.

La visión de nuestros vecinos es más auspiciosa si produce la afinidad de nuestros parientes principales, o al menos un interés serio en tal afinidad.

Muy hermosa es la visión de aquellos allegados y queridos, cuando nuestros lazos originales nos unifican mentalmente, o al menos nos incitan a unirnos.

καλλίστη καὶ ἡ τῶν πλησίον ὄψις τῆς πρώτης συγγενήσεως ὁμονοούσης ἢ καὶ πολλὴν εἰς τοῦτο ποιουμένης σπουδήν.

Kallisti kai i ton plesion opsis tis protis suggeneseos omonoousis i kai polli n eis touto poioumenis spoudin

Note dos cosas:

que las dos palabras utilizadas en la Epístola a Meneceo para describir el placer también se utilizan aquí, y también se utilizan juntas: protes suggeneseos indica “primero” y “congénito”, y

Que la traducción anterior parece incómoda, o redactada de manera extraña, si no incorrecta. No tiene mucho sentido.

La idea de “lazos originales” parece, una vez más, incómoda y es difícil encontrarle sentido. “Parientes principales” también parece incorrecto, ya que Epicuro se asociaba con todo tipo de personas, y no sólo o particularmente con su propia familia. Pero quien añadió esta enseñanza a la colección de Dichos del Vaticano, debió creer que contenía información importante.

Creo que lo que hace que las personas tengan afinidad o los incite a unirse, como dice esta sentencia (omo-nousis, «mentes similares»), es nuestro placer innato compartido y nuestra intención de despertarlo y cultivarlo, y que aquí nos referimos a él por su cualidad de ser primal y congénito (protes suggeneseos), que es como Epicuro calificó el placer en su Epístola a Meneceo, en lugar de mencionarlo directamente. Este placer primario y congénito es lo que nos da determinación y nos hace querer estudiar y practicar la filosofía.

Si leemos SV 61 a la luz de nuestra doctrina de syggenis hedone, no sólo tiene mucho más sentido, sino que tiene la repercusión pragmática adicional de mostrar que este placer innato no es solipsista. No es meramente interno, autorreferencial y egoísta, sino que acepta causas de placer dentro de uno mismo y de los demás. ¿Quizás esto es lo que sostiene el dicho? Si es así, en esta Sentencia Vaticana, los categémones se refieren al placer innato como aquello que nos hace afines a los demás: nos ayuda a vincularnos con ellos y fomenta la liberación de oxitocina de nuestro cuerpo, la hormona de la confianza que induce el placer. Nos hace querer estudiar y practicar filosofía juntos, y nos hace felices cuando vemos a otras personas que tienen ideas afines. En otras palabras, los amigos epicúreos pueden ayudar a sus amigos a despertar su potencial innato de felicidad y generar causas para la salvación de cada uno.

La semilla del placer

La forma en que se explica esta doctrina me hace pensar en una semilla embrionaria de placer como una metáfora o parábola de la tarea de despertar nuestro potencial de dicha. Este tipo de expresión está en consonancia con la manera de enseñar de Epicuro en el Libro 25 de Sobre la Naturaleza, en su “Sermón sobre el desarrollo moral”, donde Epicuro dice que nuestra constitución inicial contiene semillas (o gérmenes) de tendencias buenas, malas y neutrales. Estos incluyen impulsos, tendencias, disposiciones, mentalidades, actitudes y hábitos que pueden o no germinar en el producto desarrollado dependiendo de si los respaldamos y nutrimos o no.

Las facultades racionales del alma, al elegir y rechazar, ayudan a cultivar algunas semillas y reprimen o descuidan otras. Todos hacemos esto todos los días y es parte de lo que nos hace civilizados: limitamos nuestros impulsos salvajes, especialmente cuando estamos en compañía. Este es un proceso natural. Epicuro argumentó que, aunque tanto la naturaleza como el destino interfieren en el producto final (nuestro carácter y hábitos), nosotros, como agentes morales, somos en última instancia responsables del carácter que desarrollamos, de cambiar la constitución inicial gestionando las semillas que cultivamos dentro de nuestra mente y carácter.

La concepción de una semilla de placer dentro de nuestra naturaleza rodeada de semillas de otras propiedades tiene sentido a la luz del rechazo epicúreo del dualismo platónico entre cuerpo y alma: en lugar de entender el placer como nuestra naturaleza superior, divina, que se opone a nuestra “naturaleza inferior” carnal o animal, debemos entender el placer como parte de una naturaleza única y plena, que incluye tendencias tanto animales como divinas. La parábola de la semilla del placer nos ayuda a evitar interpretaciones platónicas o antinaturales del placer.

Por lo tanto, es apropiado y útil para los epicúreos pensar en el placer congénito como una semilla que representa nuestro potencial de placer y nos ayuda a despertar nuestras facultades éticas y a organizarnos en torno a nuestra práctica de despertar y cultivar esta semilla. Sabemos que este placer está ahí desde el principio, pero también sabemos que hay que desarrollarlo. Dado que el placer congénito siempre ha estado dentro de nosotros, es posible que simplemente haya estado latente cuando no éramos conscientes de su presencia. Es práctico y útil pensar en nuestra práctica como una serie de métodos y técnicas para despertar y cultivar nuestro potencial de placer.

Si abordamos nuestra práctica de esta manera, podremos conectar mucho más fácilmente la teoría y la praxis con ejercicios particulares que estén claramente contextualizados y arraigados en las enseñanzas epicúreas.

Conclusión

La doctrina epicúrea de syggenis hedone es un cambio de paradigma salvador siempre que se acepte, se comprenda y se actúe en consecuencia. Que nuestros cuerpos tienen la sabiduría para producir placer es una verdad común y corriente y, por sí sola, no es revolucionaria a menos que exista un movimiento interno para estudiar y practicar la filosofía epicúrea de manera lo suficiente persistente y metódica para ver los beneficios. Vemos que innumerables seres tienen este potencial, pero nunca se preocupan por nutrirlo metódica o sistemáticamente. Por lo tanto, debemos entender que el cambio de paradigma en nuestra práctica es el reconocimiento de esta semilla de syggenis hedone y la firme resolución de despertar, practicar y cultivar nuestro placer innato para no desperdiciar nuestra única vida. Ésa es la utilidad de aceptar y practicar la doctrina de syggenis hedone.

En próximos ensayos profundizaré en esto. Los antiguos guías epicúreos a menudo daban instrucciones a sus estudiantes para que escribieran sus propios comentarios y esquemas de las doctrinas que estaban estudiando. Invito a los estudiantes a hacer lo mismo con syggenis hedone, que creo que es un terreno fértil para conectar la teoría y la práctica tanto por nosotros mismos como junto a otros de ideas similares.

Cuadro comparativo del epicureísmo y el estoicismo sobre el fin o meta de la vida

Traducción por Jesús Guevara, del original, por Cassius Amicus. Este contenido está en el dominio público y se puede compartir para uso educativo y no-commercial.

Epicureísmo

Estoicismo

¿Cual es la meta de la vida? Vivir placenteramente. Vivir virtuosamente.
¿Cómo juzgamos si estamos logrando esta meta? Juzgamos si algo es placentero a través de nuestra facultad de sentir dolor y placer, físico y mental. Juzgamos si algo es virtuoso si esta actividad corresponde conceptualmente con lo que nuestras mentes piensen que es la virtud.
¿Como obtenemos el criterio para este juicio? La habilidad de sentir placer y dolor es una facultad natural que nos es dada por nacimiento por la misma naturaleza, que se desarrolla y crece a lo largo de la experiencia vital, pero que en última instancia está basada en la facultad natural de sentir placer y dolor, y no se aprende de dioses, o de otras personas, o por razonamientos o lógica abstracta. La habilidad de concebir la virtud (y su opuesto, que es el vicio) es una habilidad mental que no está basada en el placer o el dolor sino que la aprendemos de los dioses o al mirar a los ciudadanos ejemplares alrededor nuestro, o a través de la lógica abstracta y el razonamiento.
¿Como medimos que tan bien estamos logrando esta meta? Una vida placentera = Experiencias pasadas y presentes de placer – experiencias pasadas y presentes de dolor. Una vida virtuosa = Experiencias pasadas y presentes de virtud – experiencias pasadas y presentes de vicio.
¿Son todas las experiencias de esta meta igualmente deseables? No todas las experiencias placenteras son las mismas, pero todos los placeres son placenteros y todos los dolores son dolorosos. Cada experiencia de placer o de dolor tiene características como “tiempo”, “intensidad” y “tipo”, pero cada experiencia de placer es placentera y cada experiencia de dolor es dolorosa. No hay otro tipo de experiencia más que las de placer y dolor, y la mayor experiencia de placer posible para toda persona es la experiencia de placer sin estar mezclada con cualquier experiencia simultánea de dolor. Algunos actos virtuosos son más buenos (también llamados “elevados” o “nobles” o “valiosos”) que otros. Determinamos cuales virtudes son las mejores ya sea aprendiendo de los dioses, u observando a los ciudadanos ejemplares alrededor nuestro, o aprendiéndolo a través de la lógica abstracta. La persecución del placer es una meta innoble e indeseable, y el soportar el dolor es deseable porque ello forma el carácter.
¿Escogemos experimentar cada posible momento de esta meta? No. A veces escogemos el dolor, o evitamos escoger un placer, cuando la elección trae posteriormente mayor placer o evita sufrir un dolor mayor. Sí. Siempre escogemos la virtud y nunca escogemos el vicio.
¿Cual es el rol de la “virtud” en esta meta? La “virtud” y “lo bueno” son palabras que por sí solas nada añaden a la definición de la meta. La “virtud” y “lo bueno” son palabras vacías que no tienen significado más allá de lo que llamamos elecciones correctas que brindan la preponderancia del placer por sobre el dolor. La “virtud” es la meta de la vida, y viviendo virtuosamente encontraremos el significado de la vida.
¿Cual es el rol del “placer” en esta meta? Una “vida placentera” es la meta de la vida, y el placer es la facultad que nos permite el conocer lo que debemos perseguir, y el dolor es la facultad que nos dice que debemos evitar y qué es el enemigo de la meta. El “placer” es una palabra que describe las experiencias que apelan a nuestra “carne” pero que nos distrae de la meta de la virtud y nos lleva al vicio.
¿Cual es el rol de la “lógica” y la “razón” en esta meta? La “lógica” y la “razón” son nombres que le damos a las técnicas de análisis que los humanos empleamos como herramientas para alcanzar una vida placentera. El estándar del análisis correcto no es, no obstante, la mera razón o la sola lógica, sino que es el estándar provisto por las facultades que nos dio la naturaleza: 1) los cinco sentidos, 2) las anticipaciones y 3) el sentimiento de placer y dolor. Nosotros usamos esas tres facultades inteligentemente sin referencia a la lógica abstracta o la razón abstracta, para descubrir como vivir placenteramente. La “lógica” y la “razón” son herramientas de análisis que nos distinguen a los humanos de los otros seres vivos. La razón debe considerarse al menos semi-divina. La razón y la lógica son vistas como los más altos medios disponibles para los humanos para el descubrimiento de la virtud de tal forma que nos volvamos personas virtuosas.

Feliz día 20: En defensa de la eudaimonía

Por Hiram Crespo, traducción de Jesús Guevara.

¡Paz y seguridad a todos los epicúreos, neo-epicúreos y demás espíritus afines! No se olviden de unirse a nuestro Jardín de Epicuro en Facebook, si quieren estudiar la filosofía epicúrea con otras personas.

En este día me encantaría defender el concepto de eudaimonía. En algunos círculos epicúreos parece haber una guerra en contra de esta palabra y su correspondiente traducción como felicidad, en la insistencia de que nuestro fin debe ser el placer, como si fueran términos mutuamente exclusivos. La verdad es que:

1. Epicuro mismo usó la palabra eudaimonía. (εὐδαιμονία)

2. La elección de palabras de parte de los fundadores del epicureísmo fue siempre intencional y muy cuidadosa, y,

3. Eudaimonía es un concepto particularmente importante para la filosofía terapéutica helenística, que trata acerca de la salud del alma.

Relacionado a mi primer punto, citaré la traducción Monadnock de la Carta a Meneceo, por Peter Saint-Andre, que coloca la traducción inglesa al lado del texto griego original. En esta epístola–que hace un resumen de toda la doctrina ética de Epicuro, y que debería ser estudiada de cuando en cuando por los estudiantes sinceros-–Epicuro mismo comienza invitando a personas de todas las edades a estudiar la filosofía:

ὁ δὲ λέγων ἢ μήπω τοῦ φιλοσοφεῖν ὑπάρχειν ὥραν ἢ παρεληλυθέναι τὴν ὥραν, ὅμοιός ἐστιν τῷ λέγοντι πρὸς εὐδαιμονίανἢ μὴ παρεῖναι τὴν ὥραν ἢ μηκέτι εἶναι.

For it is never too early or too late for the health of the soul. Someone who says that the time to love and practice wisdom has not yet come or has passed is like someone who says that the time for happiness has not yet come or has passed.

Pues no hay nadie demasiado prematuro ni demasiado retrasado en lo que concierne a la salud de su alma. El que dice que el tiempo de filosofar no le ha llegado o ya ha pasado es semejante al que dice que todavía no le ha llegado o que ya ha pasado el tiempo para la felicidad.

He resaltado la palabra εὐδαιμονίαν eudaimonían, en el original. De nuevo, en el mismo párrafo Epicuro señala que:

4. Es, pues, preciso que nos ejercitemos en aquello que produce la felicidad, si es cierto que, cuando la poseemos, lo tenemos todo y cuando nos falta, lo hacemos todo por tenerla.

Más adelante, Epicuro reseña los deseos naturales y necesarios al decir:

29. Y de los deseos necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo, otros para la vida misma.

En ese párrafo Epicuro clasifica a la felicidad (eudaimonía) junto a la salud y la vida misma como parte de los deseos naturales y necesarios que hacen que valga la pena vivir.

Nótese que él no escogió la palabra placer (hédoné) aquí… En lo que respecta al segundo punto que comentamos antes, el sermón de Epicuro en contra de las palabras vacías nos da entender claramente que la elección de palabras por parte de los fundadores del epicureísmo fue siempre intencional y cautelosa. Nunca fue frívola ni careció de propósito, y de hecho los antiguos epicúreos fueron conocidos por su discurso claro, conciso y directo, el cual era una escapada muy refrescante de los juegos retóricos comunes en muchos otros filósofos. La siguiente es una cita de la apertura de la Epístola a Heródoto:

11. Pero en primer lugar, Heródoto, antes de comenzar la investigación de nuestras opiniones, hay que captar firmemente las ideas que se adjuntan a nuestras palabras de modo que podamos referirnos a ellas a medida que avancemos. 12. A menos que tengamos una firme comprensión del significado de cada palabra, dejamos todo incierto, y llegaremos hasta el infinito usando palabras vacías que carecen de significado. 13. Por lo tanto, es esencial que nos basemos en la primera imagen mental asociada a cada palabra, sin necesidad de explicación, si queremos tener un estándar firme al que referirnos a medida que avanzamos en nuestro estudio.

Sigamos su consejo con la palabra eudaimonía. En lo que concierne a mi tercer punto, eudaimonía se define de la siguiente forma:

eudaimonía es una palabra griega comúnmente traducida como “felicidad” o “bienestar”; no obstante, “florecimiento humano o prosperidad” y “[ser] bendecido” se proponen como traducciones más exactas.

Etimológicamente se compone de las palabras “eu” (“buen” o “bueno”) y “daimón” (“espíritu”).

La palabra eudaimonía me recuerda a la expresión inglesa “being in good spirits”, que implica una disposición o carácter alegre o feliz. Los cristianos se apropiaron de la parte del “daimón” y por ello hoy “demonio” ha llegado a ser sinónimo de un espíritu supuestamente malvado, pero la manera como los antiguos filósofos utilizaban esta palabra era distinta, ya que originalmente la “idea adjunta a la palabra” daimón era la de un ser sintiente, un ser animado, y la palabra eu-daimonía (literalmente “buen espíritu”) implicaba la salud existencial.

Ella denota la idea de no solamente estar contento, sino de tener, específicamente, un espíritu sano, de ser saludable psicológica y moralmente, así mismo como el tener un buen cuerpo no implica necesariamente que uno sea la persona más hermosa o más fuerte, pero que al menos se disfruta de una cierta cantidad de salud, o de bienestar físico. Es en este sentido que la palabra está muy relacionada con la filosofía helenística terapéutica. Epicuro dijo que la verdadera filosofía debe “sanar el alma” tal como la medicina verdadera debe sanar el cuerpo.

Ahora, podemos argumentar entre las mejores traducciones para eudaimonía, que pueden ser “espíritu saludable” o “felicidad”; pero ciertamente esta palabra es distinta tanto de “placer” como de “[ser] bienaventurado” (esta siendo el griego makarion). Mi argumentación no es, por cierto, un desprecio al placer o a la bienaventuranza. Ambas palabras también se encuentran en los textos originales en ciertos contextos específicos, y merecen ser estudiadas de forma separada. Mi intención aquí es el rescatar la palabra eudaimonía de cualquier connotación incorrecta, así como de recordarle a los estudiantes de la filosofía que siempre se ha sostenido que las escuelas del placer (los cirenáicos y los epicúreos) eran eudaimonistas en su ética, y que el eudaimonismo y el hedonismo (correctamente entendido) no son, de ninguna manera, mutuamente contradictorios.

He aquí un pasaje de la ética de Arístipo de Cirene, proveniente de una crítica al libro de Kurt Lampe, El Nacimiento del Hedonismo:

Lampe piensa que los cirenáicos son eudamónicos (que creían en la felicidad como la meta de la vida, no solamente el placer), pero la mayoría de los académicos están en desacuerdo. Es plausible que hayan habido multitudes de visiones distintas dentro de dicha escuela acerca de la meta de la vida. Uno de los argumentos claves para el hedonismo (i.e. que el placer es esa meta) radica en que el placer se entiende de manera distinta a la felicidad. El placer es una instancia concreta, la felicidad es un conjunto de placeres, y dicha felicidad es por ende una abstracción, una alternativa platonizada a la experiencia real y directa del placer. Este argumento es sin duda interesante y aún genera debate y varias opiniones al día de hoy.

Espero haberles contextualizado lo suficiente para orientar futuras discusiones relativas a estos temas, incluyendo lo que las fuentes epicúreas tienen que decir acerca de la eudaimonía. Mientras que pueden haber controversias relacionadas al significado de dicho término en español o en inglés, jamás ha estado en entredicho que la filosofía epicúrea es eudaimonista: es una filosofía de la amistad, la felicidad y la autosuficiencia.

Más actualizaciones:

Hemos compartido en nuestro grupo de habla hispana esta introducción al Cánon epicúreo, el cual creo que es de lectura muy útil para el estudiante principiante de la filosofía de Epicuro. El ensayo explica la facultad de la anticipación al decir que mientras las sensaciones provistas por nuestros sentidos nos dicen que algo ES o existe, no nos dice QUÉ ES eso. Para este otro proceso cognitivo, debemos confiar en una facultad relacionada tanto con nuestro lenguaje como con la memoria. Después de haber sido expuestos a distintos objetos una y otra vez y tras haber entendido el qué son esos objetos (gente, caballos, perros, árboles, libros) inmediatamente los reconocemos (anticipamos) cuando nuestros sentidos nos vuelven a dar impresiones de su existencia.

En el vídeo “Respuestas antiguas a preguntas modernas”, Marc Nelson nos introduce a Epicuro en una TED Talk. Nuestro amigo Alex comenta:

El vídeo termina bien si lo escuchas hasta el final, pero si no haces eso, podrías terminar creyendo que Epicuro abogaba por la pobreza o la servidumbre. Esto es en caso de que lo no veas hasta terminar…

Epicuro no abogaba por ser pobre. Epicuro no vivió como un hombre pobre, ni murió en la pobreza.

Él aseguró su felicidad presente y futura. Él era un hombre bastante conocido, era dueño de una propiedad, tenía una casa, una escuela filosófica, salvó a sus amigos de la hambruna, vivió cerca de una ciudad, dejó una herencia, escribió muchos libros. Él vivió “como un dios entre los hombres”.

Otros epicúreos como Metrodoro, Diógenes de Oinoanda, Lucrecio, Torcuato y Filodemo estaban bien lejos de ser personas pobres.

Festival epicúreo en Italia

Epístola de Cosma Raimondi en defensa de Epicuro contra los estoicos, los académicos y los peripatéticos

La traducción al inglés de este document, hecha por Martin Davies, se encuentra en New Epicurean

He aquí una carta escrita en 1429 por Cosma Raimondi defendiendo a Epicuro contra los estoicos, platónicos y aristotélicos, e invitando a un amigo humanista a retornar a los caminos de Epicuro. Su enfoque es menos amplio que el de la sección epicúrea de «Sobre los fines» de Cicerón, pero es excelente. Específicamente y claramente se refiere a cómo y por qué los estoicos y otras escuelas están equivocados. Es raro encontrar una defensa de Epicuro dirigida directamente al platonismo y al aristotelismo, por lo que esta carta es muy valiosa y contiene argumentos importantes. Raimondi dice que su idea no es reemplazar la teología, pero aparte de eso New Epicurean compara esta epístola a la obra de Frances Wright como una de las pocas obras post-antiguas que presenta puros puntos de vista epicúreos agresivamente y sin dilución ni disculpa.

Una carta a Ambrogio Tignosi en defensa de Epicuro contra los estoicos, los académicos y los peripatéticos

En estos momentos tengo muy poco tiempo para discutir mis puntos de vista sobre el tema que suscitan sus cartas, ocupándome de asuntos más pesados y mucho más difíciles. No me molesta decir que estoy muy ocupado con mis estudios en astrología. Pero como siempre he seguido y aprobado totalmente la autoridad y la doctrina de Epicuro, el más sabio de los hombres, y ahora veo su posición amargamente atacada, acosada y distorsionada por usted, he tomado sobre mis hombros el defenderlo. Es justo que los alumnos probados y verdaderos (como he demostrado ser en todos los campos del aprendizaje) deben defender la enseñanza de su maestro cuando es atacado. De lo contrario, cuando los maestros son criticados, los estudios del alumno pueden parecer también atacados: los grandes esfuerzos suyos de recopilar material contra Epicuro parecen dirigidos no tanto a refutarlo a el sino a mí, su seguidor y discípulo. Pero le pagaré como merece.

No es sólo una disputa entre nosotros, pues todos los filósofos antiguos, principalmente las tres sectas de los académicos, los estoicos y los aristotélicos, declararon la guerra a muerte contra este hombre que era el amo de todos ellos. Su asalto intentó no dejarle lugar en la filosofía y declarar inválidas todas sus opiniones … en mi opinión, porque tenían envidia de ver tantos alumnos más que se dirigían a la escuela de Epicuro que a los suyos. Así que ahora voy a hacer dentro de los límites de una carta lo que había querido hacer en mayor medida en otro lugar, y defenderlo lo más plenamente posible. Y si la defensa parece bastante prolongada, podría parecer demasiado corta cuando se considera que el debate sobre este tema podría llenar no sólo una carta larga sino libros gruesos. El sujeto–cual es el bien supremo–es importante y difícil, y requiere de una larga exposición. Es una investigación que atrajo una buena cantidad de discusión entre los antiguos, y muchos libros sobreviven a cada lado de la pregunta.

Para demostrar cuán injustamente habéis atacado a Epicuro y aclarar lo que el piensa es nuestro objetivo final, comenzaré por tratar el tema con cierto grado de profundidad. Entonces responderé a su carta y le explicaré todo el asunto de tal manera que usted pueda realmente alegrarse de regresar al lado epicúreo que abandonó. Los que no están involucrados dirán que sería mejor primero refutar la posición del oponente y luego declarar la propia. Sin embargo, el tema es tan complejo y oscuro que creo que tal vez se conceda que debemos primero explicarlo como un todo, para que se vuelva más claro lo que estamos buscando.

Epicuro es criticado, pues, porque se cree que ha tomado una visión demasiado afeminada de lo que es el bien supremo, identificándolo con placer y usándolo como el estándar para medir todo lo demás. Pero cuanto más de cerca considero la proposición, más recta parece ser, como si fuera algo decretado no por un hombre sino por Apolo o algún tipo de ser superior. Epicuro escudriñó la fuerza de la naturaleza en todo y comprendió que la naturaleza nos ha hecho y formado de tal manera que nada nos conviene más que tener y mantener nuestros cuerpos sanos y enteros, y permanecer libres de aflicciones de la mente o del cuerpo. Y así estableció que el bien supremo era el placer. ¡Y qué sabio fue! ¿Qué más se puede decir al respecto? ¿De qué otra cosa puede consistir la felicidad humana? Un hombre cuya alma está en agitación no puede ser feliz, y menos alguien cuyo cuerpo está adolorido puede dejar de ser miserable. En caso de que alguien piense que no conozco el temperamento de los tiempos en que discuto estas cosas, deseo que se entienda que no estoy considerando ahora esa filosofía absoluta y verdadera a la que llamamos teología. Toda esta investigación se refiere al bien humano de la humanidad y a las diversas opiniones de los filósofos antiguos sobre la cuestión.

Aunque este era el juicio de Epicuro, los estoicos tomaron una opinión diferente, sosteniendo que la felicidad se encontraría en la virtud solamente. Para ellos, el sabio seguiría siendo feliz aunque estuviera siendo torturado por los más crueles carniceros. Esta es una posición que rechazo de manera muy categórica. ¿Qué podría ser más absurdo que llamar a un hombre «feliz» cuando es en realidad totalmente miserable? ¿Qué podría ser más tonto que decir que el hombre que está siendo asado y sometido al tormento más extremo no es miserable? ¿De nuevo, cómo podríamos estar más lejos de cualquier tipo de felicidad que al carecer de todas o la mayoría de las cosas que componen la felicidad? Los estoicos piensan que alguien que está muerto de hambre y cojo y afligido con todas las demás desventajas de la salud o circunstancias externas está, sin embargo, en un estado de felicidad perfecta, siempre y cuando pueda mostrar su virtud. Todos sus libros elogian y celebran al famoso Marco Régulo por su coraje bajo tortura. Por mi parte, pienso que Regulo o cualquier otro, incluso alguien absolutamente virtuoso y constante, de la mayor inocencia e integridad, que está siendo asado o que es exiliado de su país o afligido con aún peores desgracias inmerecidencidas, puede ser considerado no sólo no feliz, sino verdaderamente infeliz, y tanto más en medida que la gran y prominente virtud que debería haber conducido a un resultado más feliz ha demostrado ser tan desastrosa para el.

Si realmente estuviéramos compuestos únicamente de una mente, tendría que inclinarme a llamar a Régulo «feliz» y entretener la visión estoica de que sólo debemos encontrar la felicidad en la virtud. Pero ya que estamos compuestos de una mente y un cuerpo, ¿por qué dejan fuera de este relato de la felicidad humana algo que es parte de la humanidad y que pertenece a ella? ¿Por qué consideran solamente a la mente y descuidan el cuerpo, cuando el cuerpo contiene la mente y es la otra mitad de lo que es el hombre? Si usted está buscando la totalidad de algo compuesto de varias partes, y sin embargo, una parte falta, no puedo pensar que es perfecto y complete (lo que usted ha encontrado). Usamos el término «humano», supongo, para referirnos a un ser con mente y cuerpo. Y de la misma manera que el cuerpo no debe ser considerado sano cuando una parte de él está enferma, así el hombre mismo no puede ser considerado feliz si está sufriendo en alguna parte de sí mismo. En cuanto al asignar la felicidad a la mente solo con el argumento de que en cierto sentido la mente es el amo y el gobernante del cuerpo del hombre, es absurdo ignorar el cuerpo cuando la propia mente a menudo depende del estado y la condición del cuerpo, y de hecho no puede hacer nada sin ella. ¿No deberíamos ridiculizar a alguien si lo vemos sentado en un trono y llamándose rey cuando no tiene cortesanos ni criados? ¿Deberíamos pensar que alguien es un buen príncipe si sus criados son descuidados y deformes? Sin embargo, aquellos que separan la mente del cuerpo en la definición de la felicidad humana y piensan que alguien cuyo cuerpo está siendo atacado y torturado aún puede ser feliz, son igualmente absurdos.

Me sorprende que estos estoicos inteligentes, al investigar el tema, no recordaban que ellos mismos eran hombres. Sus conclusiones no procedían de lo que la naturaleza humana exigía sino de lo que podían inventar en la discusión. Algunos de ellos, en mi opinión, pusieron tanta confianza en su ingenio y facilidad en el debate que no se preocupaban por lo que realmente era relevante para la investigación. Se dejaron llevar por su entusiasmo por la exhibición intelectual, y tendieron a escribir lo que era simplemente novedoso y sorprendente, cosas a las que podríamos aspirar, pero no las que nos deberíamos dedicar a alcanzar. Luego hubo algunos individuos bastante malhumorados que pensaban que sólo debíamos aspirar a lo que ellos mismos podían imitar o reivindicar. La naturaleza había producido algunos filósofos groseros e inhumanos cuyos sentidos habían sido entorpecidos o cortados por completo, aquellos que no se complacían en nada; y esta gente estableció que el resto de la humanidad debía evitar aquellas cosas de las que su propia severidad natural y austeridad les hizo alejarse. Otros entraron posteriormente en el debate, hombres de grandes y diversas capacidades intelectuales, todos dando una visión de lo que constituía el bien supremo de acuerdo con su propia disposición individual. Pero en medio de todo este error y confusión, Epicuro finalmente apareció para corregir y enmendar los errores de los filósofos mayores y presentar su verdadera y cierta enseñanza sobre la felicidad.

Ahora que los estóicos han sido refutados de manera completa, me comprometo a confirmar los puntos de vista epicúreos con la mayor claridad posible, lo que al mismo tiempo refuta a los de los peripatéticos y de los académicos. En estos últimos, sin embargo, no necesitaré detenerme mucho, ya que para ellos todo es incierto. ¿Qué clase de filosofía es la que niega que algo sea seguro? No creo que ni siquiera los propios académicos entendían lo que decían. Si los estoicos son locos, los académicos me parecen muy dementes.

Quedan los peripatéticos, que son más difíciles de refutar. No sólo tienen un estándar de certeza, sino que argumentan de tal manera que parece haber algo de sustancia en lo que están diciendo. Pero estos filósofos también en mi juicio están completamente extraviados. Esto se comprenderá más claramente más adelante, una vez que haya explicado los puntos principales de la doctrina epicúrea. Entonces será evidente para todo el mundo que cualquier otro que reivindica su supremacía en la filosofía y trata de desalojar a Epicuro de esa posición está totalmente equivocado, y que la enseñanza de Epicuro sobre la felicidad es enteramente correcta.

Para demostrar que así es, no hay mejor lugar para comenzar que con la naturaleza misma, la única dueña y maestra de todos, cuyo juicio sobre cada asunto que nos concierne es absolutamente cierto. Cuando estaba formando al hombre, ella pulió su creación con tantos pequeños elementos que parece haber sido hecho puramente para el disfrute y para aprovechar todo tipo de placer. Le dotó de sentidos tan distintos, variados y útiles que, aunque había muchos tipos diferentes de placer, no había ninguno en que no pudiera participar. Primero le dio ojos, cuya característica sobresaliente es que se encogen de mirar algo feo o asqueroso. Nos encanta mirar las cosas bellas, y no por cualquier decisión consciente o racional, sino porque la naturaleza nos impulsa a hacerlo. ¿Quién de nosotros, aún si nos apresuramos, no se detiene a mirar al vislumbrar algo atractivo? Este efecto es tan marcado que creo que el hombre hubiera sido una cosa pobre si la naturaleza le hubiera quitado la capacidad de contemplar todos los muchos objetos adorables y hermosos que había creado. ¿De nuevo, hay alguien que no disfrute de escuchar las canciones y los dulces sonidos de la música? La lira y otros instrumentos similares parecen haber sido inventados con el propósito específico de encantar nuestras almas. Lo mismo puede decirse del olfato y de los otros sentidos, que la mente usa como sus siervos en la percepción y la comprensión del placer. No veo qué tipo de placer se puede encontrar sin el auxilio de los sentidos, a menos que tal vez se encuentre en el estudio de los misterios profundos del universo, que no niego puede ser una fuente de gran deleite mental. De todos los placeres que hay, de hecho, éste es el más grande; Y aquí es donde los peripatéticos ven verdadera felicidad, al examinar y contemplar aquellas cosas ocultas que son las más dignas de saberse. Pero nuestra investigación está en el hombre en su conjunto, y no sólo en una parte de él: el pensador peripatético. No importa cuán profundo, no puede ser feliz sin bienes externos y corporales.

Epicuro tenía razón, entonces, en llamar al placer el bien supremo, ya que estamos constituídos de tal modo que casi parecemos diseñados para ese fin. También tenemos cierta disposición mental inherente a buscar y alcanzar el placer: en medida que sea posible, tratamos de estar felices y no tristes. Nadie que piense todo lo que ha hecho la naturaleza por el hombre, la cantidad y abundancia y variedad de su generosidad, puede dudar de ello: el placer es el mayor de todos los bienes y debe dirigir todos nuestros objetivos. Vemos una gran variedad de cosas agradables en tierra y mar. Muchas son necesarias para sostener la vida, pero la mayoría son simplemente placenteras; son tales que no se obtiene más que placer. Naturalmente, la naturaleza no habría creado tales objetos de placer si no hubiera querido que el hombre los disfrutara y se involucrara con ellos.

Las pasiones y las actividades de la humanidad hacen evidente que todo se hace por el placer. ¿Para qué pasar noches y días ansiosos en tan grandes luchas para encontrar y conservar lo que necesitamos para la vida cotidiana, a menos que tengamos la esperanza de que algún día podamos vivir una vida de placer y disfrute? Si esa esperanza se fuera, nuestras mentes estarían decididamente menos inclinadas, y menos agudos y firmes al soportar esos dolores. ¿Por qué son tan deseables las erudiciones y las disciplinas de las artes y las letras, a menos que haya algún disfrute natural especial en adquirirlas, además de la ayuda que brindan para obtener los recursos necesarios para pasar nuestras vidas en el placer? Tampoco estaríamos tan interesados en los honores y la gloria, en los reinos y los imperios, en adquirir y defenderlos en las grandes batallas y disputas que a menudo surgen, si éstos no fueran objetos de gran deleite. Las decisiones sobre la guerra y la paz por igual se toman sobre la base de mantener, proteger y aumentar las cosas por las que vivimos y en las que encontramos placer.

La virtud, por fin, es a la vez la causa y guía del placer: nos constriñe y nos advierte que debemos perseguir cada cosa dentro de los mismos límites por los cuales la virtud misma está circunscrita. ¿Por qué entonces la virtud debería ser deseada, si no es porque nos permite llevar una vida agradable, evitando los placeres que no debemos buscar y buscando aquellos que deberíamos? Si la virtud no ofreciera placer ni deleite, ¿por qué quererla o valorarla? Pero si lo hace, ¿por qué no admitir que el más grande de todos los bienes–lo que se debe buscar sobre todo–es aquello que hace a la virtud misma deseable? Se ve que toda la constitución del hombre está orientada hacia la percepción del placer, que la naturaleza nos lleva hacia ella, que existen muchas cosas importantes por causa del placer que confieren, que todas nuestras acciones se miden en contra de su estándar para que al final las vidas puedan estar libres de preocupación, en suma, que todo se desea puramente a causa del placer que nos dará. En estas circunstancias, ya que el caso de Epicuro ha sido probado de manera concluyente por estos argumentos rigurosos y convincentes, ¿quién podría todavía ser tan hostil a él que no acepta su doctrina y admite que la felicidad más alta se encuentra en el placer?

Pero los peripatélicos niegan su doctrina y no pueden soportar la idea de que el placer es el bien supremo, y lo remplazan con la virtud. Me gustaría preguntarles: si la virtud fuera a traer tristeza, dolor y miedo, ¿aún la desearían? Creo que no. Ya que, entonces, se busca la virtud por la tranquilidad que trae a la vida (en la cual, bajo el nombre de placer, Epicuro identificó el bien supremo), vuelvo a preguntar a los peripatéticos por qué no están dispuestos a definer el mayor bien como el placer. Si con esto Epicuro quería decir que debiéramos pasar nuestros días revolcándonos en el banquete y la bebida, en los juegos de azar, los juegos y placeres del sexo, entonces Epicuro no merecería nuestra alabanza. Su enseñanza sería, de hecho, lamentable si quisiera que fuéramos glotones, borrachos, depravados, jactanciosos y promiscuos. Pero eso no es lo que Epicuro en su sabiduría dijo o recomendó. De hecho, eso es tan lejos de ser cierto, que la virtud es realmente esencial para vivir su enseñanza, ya que se podría decir que restringe y dirige todos los sentidos corporales (como argumentamos ya) y no nos permite hacer uso de ellos, excepto cuando sea necesario. Epicuro no se desliza en el placer a la manera de los animales, sin el ejercicio del juicio y cuando la necesidad no lo requiere, sino que los disfruta con moderación cuando es correcto hacerlo. Sus teorías, por lo tanto, no deben ser descuidadas ni condenadas; y está claro que los peripatéticos no han comprendido suficientemente lo que ellos mismos están diciendo.

He examinado estos asuntos de forma breve y superficial aunque no suponga que respondan necesariamente a su carta directamente. La discusión aquí la habrá respondido en su totalidad, o en gran medida. Sin embargo, todavía quisiera completar esta refutación tocando cada punto que usted plantea. Usted piensa que no debemos dejar que el placer dirija todos nuestros objetivos. Creo que esto ha sido demolido por completo, y con cierta elegancia, por lo que he dicho: se ha demostrado que el placer es la norma a la que todo debe referirse. En cuanto a su alegar que Epicuro nos comparó a los animales, en esto usted parece no solo no atacarlo, sino apoyar realmente su caso. Puesto que el placer está dotado de tal poder que es buscado incluso por los animales, brutos despojados de la razón cuyos impulsos son totalmente guiados por la naturaleza. Epicuro pudo extraer de ese hecho la conclusión muy firme de que lo que todos los seres buscan es el más grande de todos los bienes. Cuando escribí que los severos Catos de antaño tomaban en ocasiones un refresco abundante de vino, y usted pensaba que era un asunto de crítica, yo digo que es de hecho totalmente admirable que un sabio (como se suponía que eran los Catos) a veces se dedique a la socialización exuberante. Sus siguientes observaciones, cuya desviación es que si abrazamos a Epicuro, deberíamos vernos obligados a vivir como bestias, creo que han sido tratadas por lo que dije antes: ya que Epicuro no supone que la vida debe ser vivida sin virtud, no creo que él haya llevado vida de animal. Así que no debe ser rechazado como un traidor que derrocaría o pervierte a la sociedad humana. No corrompe la moral pública; toda su doctrina está dirigida a hacernos tan felices como podamos ser.

Debe por fin renunciar a sus ataques contra Epicuro, entonces: refórmese y regrese al campo en el que luchó con distinción. Ahora se ha vuelto contra él, bajo el hechizo de la sutileza estoica de la discusión y seducido por la majestad y el esplendor de los académicos y peripatéticos. Pero usted puede ser perdonado por eso, ya que usted es un hombre joven, aún no posee la edad para formar un buen juicio sobre estas cuestiones muy difíciles, con la indulgencia concedida a la juventud. Pero ahora que usted ha sido plenamente instruído en los argumentos de Epicuro, si persevera en su hostilidad hacia él, se le considerará intolerablemente arrogante y no un poco estúpido.

Vuelva entonces a abrazar a Epicuro, cuya enseñanza tal vez exponga más extensamente si alguna vez tengo más tiempo libre (esta carta me tomó sólo dos días para escribir, aunque temo que todavía sea bastante larga). La escasez de tiempo no me permitió perseguir todos los aspectos de la controversia que considero que todavía podrían beneficiarse de una clara exposición y discusión. He tenido que dejar intactos muchos puntos importantes, a los que alguien que quiso tomar una opinión contraria podría aprovechar para refutar mis argumentos, ya sea por amor desinteresado a la verdad o como un ejercicio intelectual. Y eso no es algo que encontraría desagradable: animo a cualquiera que quiera contribuír al debate a entrar en la lucha.

Usted tiene ya una carta bastante larga que expone toda la verdad acerca de Epicuro; Debe encontrarla convincente o refutarla con argumentos contrarios, de modo que si se le ocurre algo mejor, yo podría a la vez puede ser persuadido por eso. Me despido.

Diálogo sobre la búsqueda de sentido

Los filósofos siempre han discrepado sobre el telos, el fin último o el objetivo que deberíamos perseguir. Los amigos epicúreos antiguos creyeron que el placer es una categoría de telos lo suficiente amplia y variada como para ser flexible, que el placer-aversión es el único criterio que nos dio la naturaleza y que no es arbitrario e inventado por el ser humano, y también que tenemos una facultad de aversión y de placer que nos ayuda en nuestras opciones y evitaciones, en formar nuestro compás moral. El siguiente diálogo ocurrió en el grupo de filosofía epicúrea de facebook, y es truducido del original en inglés.

Hiram. Un estudiante de Epicuro llamó mi atención a la página del Proyecto Sabiduría Antigua (Ancient Wisdom Project). Allí, encontré esta evaluación de la vida de placer donde se argumenta que una vida de placer no produce SENTIDO, y que el sentido es un componente de la felicidad humana separado de placer y la felicidad (y presumiblemente esencial). Aquí está otro artículo de AWP sobre el problema. Dice:

encuentro que una de las cosas más difícildes del epicureísmo es que no parece ofrecer solución a lo que creo es mi problema fundamental: una falta de sentido en mi vida cotidiana.

¿Que opinan?

Cassius. Me parece que esto es en gran medida un subconjunto del argumento «virtud vs placer», aquí en términos de una vida «significativa», en lugar de buena o virtuosa. Es un gran punto de nuestra tradición que encontramos sólo el placer como deseable en sí y de por sí, pero la gente simplemente no quiere dejar ir la idea de que pueden racionalizar un objetivo superior.

El desafío para la filosofía epicúrea no tiene que ser declarado puramente en términos de religión (por ejemplo, el establecer como fín el agradar a Dios para los cristianos, judíos y musulmanes) o en términos de «ayudar a los demás» como a la multitud más secular le gusta decir(aparentemente esta página está en esa categoría). En cualquier momento que vemos el argumento de que hay un llamado «superior» por encima del «placer» (en la amplia definición que Epicuro le dio, que incluye mental y no sólo carnal), entonces estamos enfrentando el mismo problema obstinado. Si es cierto que están adoctrinados así casi todos los seres humans en este momento, eso no la hace más correcta. Es a la vez triste y lamentable y repugnante (porque es una rebellion intencional contra la naturaleza).

Y aquí está el punto que hace que esta explicación sea tan difícil de aceptar para aquellos acogidos por la corriente evaluación de Epicuro: «Esas cosas son buenas, y mi experiencia hasta la fecha ha demostrado que asumir elementos de un estilo de vida epicúreo puede aumentar la felicidad (o más bien, disminuir la infelicidad). Pero cuando pienso en el resultado final natural de este estilo minimalista (una especie de jubilación), no puedo evitar creer que realmente no hay ningún punto. Vivir una vida placentera, lograr ataraxia, parece atractivo en la superficie, pero insostenible como una búsqueda de por vida

Mientras sigan viendo «una especie de jubilación minimalista» como un resumen exacto de la filosofía epicúrea, este problema nunca va a ser superado. Dejen la «jubilación minimalista» a los estoicos, que es a quién pertenece realmente.

Y no, este no es el pensamiento occidental – «El pensamiento occidental parece decir que el mundo puede ser un lugar cruel y deberíamos hacerlo menos cruel a través de hacer buenas obras, y esto dará a la vida significado.» (cita del artículo original criticado) Eso no es «pensamiento occidental» – es puro idealismo religioso-secular platónico que Epicuro ha rechazado claramente. Sí, puede que sea la opinión de la mayoría en el Occidente ahora, pero no representa la filosofía epicúrea.

Jason. Hay tanta resistencia a la idea del placer como telos. «Tiene que haber algo más!», es el estribillo que no dejo de oír una y otra vez. El altruismo parece ser la postura que prefiere la gente, pero cuando señalamos que no hay tal cosa, generalmente se alejan airadamente.

Cassius. Una cita del segundo artículo muestra este tipo de actitud: «Encuentro que el objetivo de acercarse a Dios es mucho más atractivo que vivir simplemente para el placer.» Para un epicúreo que conoce su física acerca de la naturaleza del universo (no creado, no sobrenatural) y la naturaleza de la verdadera divinidad (no tiene necesidades, ni otorga favores o castiga errors), esto es simplemente absurdo:

«El hombre no puede vivir por placer solamente.

El desorden espiritual no se puede resolver—ni alegría digna de tal nombre producirse–por riqueza, no importa cuan grande, por aclamación popular y respeto, o por cualquier cosa que cause deseo desenfrenado. – Epicuro

Aún así, creo que hay una razón por la cual el placer es sólo un antídoto temporero al cinismo, y es que vivir para el placer solamente no es particularmente significativo.

Sí, es bueno leer grandes libros y pasar el rato con amigos y cenar y dar largos paseos, pero no parece haber un punto en esto.

Supongo que esa es la diferencia filosófica entre la filosofía epicúrea y hedonista y la religion abrahámica. El hedonismo dice que el placer es bueno en sí mismo, y el cristianismo dice que la vida y el placer deben utilizarse como medios para acercarse a Dios.

Mientras que no estoy todavía seguro sobre el asunto de Dios, creo que el objetivo de acercarse a Dios es mucho más atractivo que vivir simplemente por placer.

Hiram. Así que él preferiría establecer el «acercamiento a Dios» como objetivo, ¿aunque confiesa que no está seguro de que Dios existe? ¿Eso es coherente? ¿No es eso lo que llevó a la Madre Teresa a las más sublimes alturas de miseria toda su vida?

Cassius. Y quiero comentar sobre la pregunta original de Hiram: «…… que el sentido es un componente de la felicidad humana separado del placer y la felicidad, y (presumiblemente) esencial.» Ese es el problema real del escritor. Él está afirmando que «el sentido» existe por separado del placer, lo cual es el mismo error que alegar que la «virtud» existe independientemente del placer. En verdad, el placer (y la aversión) son las únicas guías fundamentales dadas por la naturaleza–la únicas que realmente existen como parte fundamental de nuestra constitución. Las abstracciones son tremendas, pero no pueden reemplazar ni sustituír la orientación fundamental que nos permite saber qué elegir y qué evitar. Y sustituir el placer y el dolor con abstracciones es exactamente lo que estos chicos están tratando de hacer. No están dispuestos a usar abstracciones como una herramienta para maximizar el placer y minimizar el dolor, que es el escenario natural: quieren sustituir el placer y el dolor con abstracciones de su propia creación.

Quizá tan importante como cualquier otro aspecto de este debate es que «vivir de acuerdo con la guía de la Naturaleza» en el concepto epicúreo (en lugar de en el marco falso de «vivir de acuerdo con la razón», sugerido por los estoicos, platonistas, etc) debería ser considerado más importante que cualquiera de estas falsas abstracciones. Como he citado el sitio web mencionado anteriormente, ¡el escritor considera que es más satisfactorio «acercarse a Dios!» Esto es no sólo absurdo, sino porque es absurdo, es ofensivo afirmar que no podemos valorar y defender la Naturaleza (nuestra verdadera «madre» y «padre») tan intensamente como cualquier religión falsa valora su icono o su falsa abstracción. Lucrecio nos da un ejemplo de cómo la «verdadera religión» y la «verdadera razón» pueden ser canalizados en intensidad de sentimiento que iguala o supera cualquier religión mundana. El hecho de que hay pocas personas que puedan replicar eso hoy en día no es una acusación de la filosofía epicúrea, es una acusación de la cantidad de veneno que está en el torrente sanguíneo humano después de 2000 años de religión falsa e idealismo racionalista.

Alexander. Sin leer aún los enlaces o comentarios … y porque he escuchado este argumento tantas veces y ya lo he analizado … Estoy bastante seguro de que por «sentido» la gente quiere decir la suma de dos cosas:

1. «Legado», del cual Epicuro habla y dejó «provisiones» para las nuevas generaciones de los epicúreos.

«Mientras vamos por el camino, debemos tratar de hacer lo que tenemos ante nosotros mejor que lo que ha pasado; cuando llegamos al final del camino, nos sentimos contentos.»

«A la misma vez debemos filosofar, reir y administrar nuestro hogar y otros negocios, sin cesar de proclamar las palabras de la verdadera filosofía.»

«Muy hermosa es la visión de aquellos más cercanos a nosotros, cuando nuestro contacto original hace de nosotros una sola mente o produce una gran incitación a este fin.»

«Mostramos nuestro sentimiento por el sufrimiento de nuestros amigos, no con lamentos, sino con atención solícita.»

«Que hayamos sufrido ciertos dolores corporales nos ayuda en la prevención de otros como ellos.»

2. No elegir todo placer, sino a veces elegir lo que parece ser un dolor … tal y como Epicuro explicó en su carta a Meneceo.

«Pero, a pesar de que la felicidad es el primer bien y es natural, por esta misma razón no elegimos todo placer, sino muchas veces pasamos por alto ciertos placeres cuando la dificultad probablemente le siga al elegirlos. Asimismo, consideramos que ciertos dolores son mejores que algunos placeres, cuando un mayor placer les sigue, incluso si debemos primero soportar el dolor por un tiempo.»

Un aplazamiento temporal de la gratificación instantánea ilusoria a fin de obtener una mayor satisfacción a largo plazo, y para evitar problemas que vienen con las consecuencias de la gratificación inmediata y asegurar lo que trae paz y seguridad.

«… pero de ello no sigue que todo placer es digno de ser escogida, al igual que todo dolor es un mal y sin embargo no todo dolor debe ser evitado. La naturaleza nos exige resolver todas estas cuestiones mediante medir y razonar si el resultado final es adecuado o inadecuado para lograr una vida feliz; ya que a veces se puede determinar que lo que aparenta ser bueno es de hecho un mal y en otras ocasiones, podemos determinar que lo que parece ser un mal es en realidad un bien.»

A menudo el tipo de problemas que hay que evitar es que nuestro vecino pueda quejarse con nosotros, aparte los problemas habituales. Epicuro habla de nuestras relaciones con vecinos y amigos también.

Hiram. Legado: esa es una de las claves para responder a este argumento, es la razón por la que en mi libro me concentro tan fuertemente en la idea de transmitir nuestra tradición de sabiduría, y por la cual Norman Dewitt habló sobre «Cada cual enseña a uno» y sobre nuestro compromiso con la misión de enseñanza de los jardines.

Alexander. También el legado de Diógenes de Enoanda viene a la mente. Una inscripción pública sobre un muro de piedra que cualquiera puede usar para mejorar sus vidas. Incluso aquellos que no son miembros de un jardín.

Hiram. Y sin embargo hemos hablado antes acerca de cómo la filosofía epicúrea merece crecer más de lo que lo ha hecho. Creo que otra forma de ver esto es como un desafío. Preguntar e intentar responder: ¿en qué forma esta filosofía nos ayuda a crear significado para nuestras vidas? Porque eso es lo que muchas personas están buscando, y he aquí un ateo que sinceramente incursionó en el estudio de Epicuro durante un período de su vida y salió insatisfecho, y aquí dice por qué. Esta es una oportunidad para responder.

Cassius. Recuerdo un debate en nuestro grupo hace mucho tiempo cuando cité lo siguiente de Diógenes de Enoanda:

Fr. [5] Otros no estigmatizan [expresamente] las ciencias naturales como innecesarias, ya que sienten vergüenza en reconocer [esto], sino que utilizan otro medio de descartarlas. Cuando afirman que las cosas son incomprensibles, ¿qué otra cosa están diciendo, sino que no hay necesidad de aplicar las ciencias naturales? Después de todo, ¿quién elige a buscar lo que nunca puede encontrar?»

El punto que es relevante aquí es «Después de todo, ¿quién elige a buscar lo que nunca puede encontrar?» La gente de orientación religiosa o platónica insiste en la búsqueda de algo que nunca puede ser encontrado. Están viviendo una fantasía y han decidido que la fantasía es más importante para ellos que tratar con la realidad de que esa fantasía no existe. La filosofía epicúrea no puede cambiar los hechos de la realidad y ofrecer algo que no existe. Pero creo que lo que sí puede hacer es lo que he mencionado anteriormente sobre Lucrecio: pueden dirigirlos a ver que la verdad es más importante que cualquier fantasía, y que deben (como Lucrecio hizo) comenzar a emplear sus talentos para sonar en empezar a invertir en la satisfacción que puede venir de cooperar con la Naturaleza en lugar de rebelarse contra ella.

Hiram. Uno de mis lectores me envió por correo electrónico recientemente, diciendo:

¿Qué significa «Epicuro recomienda el constante estudio de la Naturaleza»?

A lo que respondí:

Si lee la Epístola a Herodoto, las Doctrinas Principales 10-13, y el pergamino del maestro Polístrato titulado Desprecio irracional, aprenderá que proteger nuestras mentes de las insinuaciones sobrenaturales de la cultura requiere una clara comprensión de la naturaleza de las cosas y (en Polístrato especialmente) que si no tenemos equilibrio entre la búsqueda de la virtud y el estudio de la naturaleza (ciencia), caeremos en la superstición y la arrogancia y muchos otros problemas. Este es el principal problema con la religión hoy, pero también lo fue en la antigüedad, razón por la cual una ciencia de la contemplación y un entendimiento científico y transcultural de la espiritualidad y la moralidad, siguen siendo tan necesarios. Es muy lamentable que Sam Harris está dedicado a este ideal, pero no tiene conocimiento de Epicuro y Polístrato y el trabajo que han hecho en este sentido.

En medida que he ganado un entendimiento profundo de Epicuro a lo largo de los años, es evidente que el se veía a sí mismo como habiendo venido a este mundo con la misión de reconciliarnos con la Naturaleza, particularmente después de que caímos en el error del platonismo, el cual Michel Onfray ha llamado «la gran neurosis en el corazón de la civilización occidental». Nuestra tradición está destinada a suplantar la religión, en parte, dándole a la gente una alternativa científica basada en el estudio de la naturaleza. Y la autoridad del canon (y de nuestras facultades) es realmente la autoridad de la Naturaleza misma, que es lo mismo que la realidad. En muchos aspectos importantes, la Naturaleza ha sustituido a Dios en nuestra tradición: es nuestra fuente de significado, nuestra última realidad, nuestra autoridad final, y debemos buscar alinearnos con ella. Espero que esto ayude a aclarar su duda.

Cassius. Por ejemplo, este es un pensamiento similar de cómo debemos acercarnos a la Naturaleza con tanta admiración como cualquier «Dios». (Comparte De Rerum Natura, Libro II, Versos 1026-1044)

Hiram. Una forma en que la Naturaleza ha venido a reemplazar a Dios en nuestra tradición puede verse en este fragmento:

Alabada sea la bendecida Naturaleza: pues ella ha hecho lo necesario fácil de obtener, y lo que no es fácil conseguir, lo ha hecho innecesario.

Esta es la idea que merece mayor atención: Epicuro consideraba como su misión el reconciliarnos con la Naturaleza después de que Platón había hecho su daño. Somos llamados a tener una relación con la Naturaleza (la realidad) en lugar de con Dios (a menos que entendamos a Dios como Thomas Jefferson, como una imagen poética de la Naturaleza). ¿Puede esto ser una fuente de asombro reverencial y de significado y espiritualidad? Pienso que sí.

Cassius. Sí, Hiram, creo que es la dirección. DeWitt comenta sobre esto, pero parece restarle importancia por razones que nunca entendí. Creo que DeWitt no profundiza en esta observación y que los epicúreos ven este mismo punto:

Como comentario de partida se puede decir que, una vez la Naturaleza ha sido establecida como la norma, sigue lógicamente que el hombre debe vivir de acuerdo a la Naturaleza, pero los epicúreos parecen nunca haber seguido esta inferencia hacia su fin. Quedó a los estoicos identificar la Naturaleza con la razón y hacer un fetiche de vivir de acuerdo a la Naturaleza. Ellos creían que su enseñanza suprema se encontraba en el orden divino del reino celestial donde la Naturaleza y la Razón eran una. – Norman DeWitt, en «Epicuro y su filosofía»

Stephen. Comprendo los sentimientos del autor. Pero ignoran las opiniones de Epicuro sobre la amistad. El sentido para la mayoría de las personas se encuentra en las relaciones con los demás. No es sólo el placer de comer y beber. Puede ser la conversación, el arte y la filantropía.

Ilkka. Esta es una de las falsas dicotomías que ciertas personas (es decir, yo…) tienden a señalar … y a ser esnob acerca de ellas a su cara. En un concurso de «placer vs. sentido», el placer gana con una sumisión. Todas las cosas que nos son significativas, son placenteras. ¿Averíguelo! Compruébelo si desea. Tómese su tiempo …

En todas estas absurdas dicotomías, siempre se da el caso de que a la gente le han enseñado que el sufrimiento es bueno, y que tiene que haber algo malo con el placer. Principalmente culpo a la religión por este abuso …

Por ejemplo, hago un montón de cosas para la Cruz Roja (muchas). Es algo que da sentido a mi vida … mucho sentido. Y esto es porque me da mucho placer (aunque también es doloroso y ansioso a veces). Uno no puede simplemente tropezarse con el significado. Es custodiado por más que dioses. Hay un placer ahí que nunca duerme. Es locura argumentar en contra de esto.

Fin del diálogo

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En el diálogo arriba compartido, hemos visto como el proceso «educativo» al que es sometido el occidental promedio, desafortunadamente, ha llegado a convencer a la mayor parte de la gente que el placer es malo y que el sufrimiento es bueno, lo cual es diametralmente opuesto a lo que nuestras facultades naturales de placer y aversión nos comunican. Esta distorsión de valores que prevalence en nuestra cultura–y que ha sido reforzada por la religion durante siglos–es uno de los retos morales y culturales mas grandes que enfrentamos los epicúreos.

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Epílogo: Sobre como los epicúreos creamos sentido

En adición a la ya discutida importancia de legado y misión (en particular la misión de la enseñanza de los jardines de epicúreo), y en adición al concepto de como somos guiados por la naturaleza en nuestra tradición, el tema de la creación o búsqueda de sentido merece ser abordado continuamente por los epicúreos, ya que al parecer el ser humano es, entre otras cosas, lo que Joseph Campbell llamó «un animal que cuenta cuentos», y las narrativas son importantes para nuestro sentido de identidad y espiritualidad.

A ser justos, el crítico del artículo original que acusó el epicureísmo de no producir sentido no había adoptado una identidad epicúrea completamente y simplemente consagró un mes de su vida al estudio de Epicuro. En el pasado, hemos discutido cómo filosofía epicúrea, al ser una cosmovisión completa y convincente, por lo tanto confiere una identidad sobre el seguidor. Adentrarse en la filosofía solo durante un mes, particularmente sin amigos epicúreos con quien uno pueda combinar la mente, no produce el tipo de beneficio que da esta tradición.

En cierto modo, la filosofía epicúrea es una manera distinta de «consagración» y de dotar la vida de sentido que el monoteísmo puro, porque estamos rompiendo un ídolo más y completamente nos consagramos al estudio de la naturaleza y nos negamos a reemplazarla con fantasías religiosas. Muchas personas tienen dificultad con esto, pero ese es el reto que ha aceptado un epicúreo: estamos tratando de ser a la vez felices y auténticos, ser felices en la realidad y no por medio de tratar de escapar de la realidad.

Quiero discutir maneras en que uno adquiere sentido al participar de la narrativa sagrada de una tradición espiritual o filosófica.

Hay una escena en el Sutra del Loto (una escritura Mahayana budista) que menciona millones de boddhisattvas (seres en proceso de despertar) que estaba presents en ese momento cósmico y fueron testigo de una parte de la narrativa de sutra, conocida como la «escena de la torre del tesoro». En la tradición de Nichiren, a los devotos se les enseña que esos seres en proceso de despertar son los millones de almas que cantan el mantra Nam Myoho Renge Kyo todos los días. Del mismo modo, la Torá menciona (como si estuvieran presentes) a todos los judíos del futuro que no existían físicamente cuando supuestamente «toda Israel» estaba frente al Monte Sinaí recibiendo las leyes de Dios. Se les dice a los conversos al judaísmo que, según la Torá, «todo el pueblo judío» estaban allí frente al Monte Sinaí, incluyéndolos a ellos. Esta idea de participar en el relato sagrado en la escritura de estas tradiciones da a los adherentes un sentido de trascendencia, de participar en la narración sagrada de una manera muy real por medio de ser mencionados en las escrituras y hasta secuestrados como parte de ella.

Del mismo modo, hablando por mí mismo y sobre como la filosofía epicúrea me da sentido, me enorgullece pararme sobre los hombros de los intelectuales epicúreos que vinieron antes de mí y continuar su legado. Hay una especie de trascendencia histórica que uno gana al comprometerse completamente a la misión de enseñanza epicúrea. Esto no es muy diferente a las clases de trascendencia histórica que experimentan personas en algunas religiones.

En el pasado, he escrito sobre las etapas de desarrollo en espiritualidad hedonista, a partir de las tres clases de alumnos que Epicuro menciona. Los seguidores de Epicuro afirmaron que la vida del Hegémone había tomado la apariencia de una leyenda para ellos, y si tenemos en cuenta las etapas de la biografía del propio Epicuro, podemos entender cómo esto es así y también podemos evaluar nuestra evolución filosófica a la luz de la suya. He aquí otro modo en que podemos derivar sentido inspirándonos del desarrollo intelectual del Hegémone: cinco etapas por medio de las cuales nos volvemos como Epicuro, cada una de las cuales representa ciertas hazañas intelectuales necesarias para un filósofo.

1. Rebeldía. Como niño en su escuela, Epicuro se enfrentó a su maestro platónico exhibiendo rebeldía juvenil, cuando su maestro no podía explicar empíricamente el mito creacionista de los griegos y el «caos» que existió supuestamente al principio de la creación. Él entonces desarrolló una resolución de que iba a contrarrestar los mitos por medio de establecer una cosmología natural.

2. Buscador moralmente responsable. Más tarde, bajo su maestro Nausífanes, Epicuro descubrió que había una escuela que satisfacía su necesidad de una cosmología natural. Pero esta escuela atomista enseñaba una visión mecanicista de la naturaleza, que él rechazó postulando la doctrina del girón–un viraje que dan las partículas al azar–con el fin de justificar la libertad de elección. De esta manera, Epicuro se convirtió en un reformador moral, ya que la cosmovisión mecanicista no permitía la responsabilidad personal.

3. Crítica pública. La independencia de espíritu de Epicuro le creó problemas en la ciudad de Mitiline, donde enfrentó la tiranía de los platónicos con parrhesia (crítica franca), pero esto no fue bien recibido. Fue exiliado y casi pierde la vida. Fue aquí que Epicuro aprendió que lo mejor es permanecer fuera de la política y vivir una vida exenta de polémica, empleando parrhesia solamente con personas cercanas en quien uno confía. Todo buen epicúreo debe saber equilibrar la militancia (nuestro deseo natural de mejorar el mundo) y la ataraxia.

4. Formación y madurez social. Habiendo desarrollado una enseñanza bastante completa, Epicuro después de su exilio volvió a Colofón, donde él y sus amigos crearon una comunidad y juntos elaboran la enseñanza correcta. Esta es la etapa donde se comparten ideas en un contexto de comunidad, círculos de amigos, y nace aquí filos (la sagrada amistad idealizada de esta filosofía).

5. Refugio. La filosofía tenía una clara identidad en el momento en que el jardín se establece en Atenas, una ciudad consagrada a la diosa de la filosofía Atenea. En esta etapa madura, el epicúreo (como Epicuro) ha ganado sabiduría sobre lo que verdaderamente importa: lo que hace que la vida valga la pena vivirla, y aprende a vivir de acuerdo a la enseñanza con celo misionero.

Espero que estas discusiones hayan ayudado a epicúreos y no-epicúreos a considerar cómo el sentido es un medio al placer, y cómo puede ser adquirido dentro de nuestra tradición.

En defensa del placer

Bee

“Consecuentemente, quien sigue el placer se mantiene virtuoso, y también aquellos que llamas amantes del placer son amantes de lo bueno y amantes de la justicia, y cultivan y mantienen todas las virtudes.” – Casio a Cicerón, enero del año 45 Antes de la Era Común

La necesidad presente de un contra-diccionario

No ha habido filosofía mas vilificada que el hedonismo, incluso cuando es cualificado como racional, calculado o filosófico. La palabra misma, tras siglos de propaganda cristiana y platónica anti-placer, anti-cuerpo, ha venido a tener una connotación negativa. Se nos ha vendido la idea de que el hedonista busca la gratificación instantánea, que no controla sus deseos. Placer a veces es equiparado con pecado, con corrupción.

A muchos enemigos del cuerpo y del placer les gusta argumentar que somos hedonistas en el sentido vulgar y hasta nos acusan de consumismo. El consumismo es el archi-enemigo de Epicuro, que propone un currículo de control de los deseos basado en su sometimiento al cálculo hedonista.

Otros, como ciertas sectas neo-aristotélicas (bueno, los objetivistas-randianos), sostienen que los placeres, como criterio, son «subjetivos» e «ilógicos», que supuestamente son necesarios criterios «objetivos» para las decisiones éticas. Pero los seres humanos no somos puramente lógicos o racionales: somos seres naturales con dos hemisferios del cerebro, uno racional o lineal, otro irracional, y no podemos satisfacer nuestras necesidades naturales a través de métodos puramente racionales sin prestar atención a nuestra facultades irracionales. Esto es auto-evidente. Debemos aplicar la razón a los problemas de necesitar alimentos, vivienda y otras necesidades básicas. La naturaleza no nos da una opción: sabemos que tenemos que resolver estos problemas debido a lo que nuestra propia naturaleza nos dice a través de nuestras facultades, como la de placer y aversión (hambre, frío). Por lo tanto, sin esta conexión esencial con la realidad que son nuestras facultades (que incluyen los cinco sentidos y la facultad de placer y la aversión), no podemos sobrevivir o funcionar.

Por esto, una de las labores de los filósofos hedonistas de hoy es reparar el daño que ha hecho esta rebelión contra la naturaleza que son las religiones que predican otros mundos, y a última instancia repudiar el platonismo en el que se basan, por medio de reclamar estas palabras dentro de nuestro vocabulario como afirmaciones de valores sanos y positivos que son esenciales para nuestro compás moral. Este artículo tiene como propósito aclarar las doctrinas hedonistas para el beneficio de la gente moderna.

Los epicúreos enseñamos que el placer es el fin (telos, en griego) que nuestra propia naturaleza ha establecido para nosotros, y que esto es evidente en los niños y hasta en los «gatos y perros» recién nacidos, para usar un término tomado de NewEpicurean.com.

“Todo animal, tan pronto nace, busca el placer y se deleita en él como el bien supremo, mientras que se aleja del dolor como el supremo mal y lo evita en medida que sea posible. Hace esto mientras permanece incorrupto, siguiendo el veredicto sin prejuicios y honesto de la misma naturaleza.” – Torcuato, en Sobre los fines

Entendido así, somos hedonistas no porque seamos caprichosos o irracionales, no porque buscamos la gratificación constante, sino porque nuestra filosofía naturalista se basa en la observación de que la naturaleza misma ha establecido placer y aversión como guías para identificar lo necesario y lo dañino.

Darwin, la selección natural y el hedonismo

En Cultivando el jardín epicúreo, cito el ejemplo de la relación entre las abejas y plantas. Hace millones de años, las plantas decidieron embellecer sus genitales mediante la producción de flores con néctar para atraer a ciertos insectos que habían demostrado sentirse atraídos y estar en sintonía con el aroma y el sabor de ciertas sustancias altamente nutritivas que las plantas sabían cómo producir. Las plantas se beneficiaron mediante la difusión de su polen por la tierra y la obtención de la diversidad, que es una de las ventajas de la reproducción sexual. Con el tiempo, esta simbiosis entre plantas y abejas es tal que, sin ciertas especies de abejas, hay cientos de especies de plantas que no tendrían manera de reproducirse.

Las plantas y los insectos que supieron maximizar del beneficio mutuo de esta relación fueron capaces de pasar con más éxito sus genes a la próxima generación, hasta que todos los miembros de sus grupos habían dominado estas nuevas habilidades y adaptado nuevas facultades a su constitución: las plantas aprendieron a producir néctar que era más dulce y más nutritivo y las abejas ganaron mayor capacidad de identificar estas fuentes de alimentos. La especiación (el proceso de convertirse en una nueva especie) con frecuencia ha sido provocada por la especialización.

Más tarde, otra relación basada en el placer y el beneficio mutuo surgió entre las plantas y los primeros primates, que eran descendientes de pequeños mamíferos roedores que habían decidido vivir en los árboles para protegerse de los depredadores terrestres. Las plantas adaptaron la misma técnica que utilizaron con los insectos y convirtieron sus flores en frutas. Cuando estos primates comían las frutas, o bien se comían las semillas enteras, que más tarde eran fertilizadas en el excremento, o bien las arrojaban al suelo y allí se fertilizaban.

Las plantas y los primates que maximizaron mas eficazmente el beneficio mutuo de esta relación fueron capaces de pasar con más éxito sus genes a las próximas generaciones, hasta que progresivamente todos los miembros de sus grupos habían ganado estas nuevas habilidades y perfeccionado nuevas facultades. Las plantas comenzaron a colocar sus semillas en deliciosas bolsas de alimentos dulces (que daban placer a los primates) y utilizaron colores para llamar la atención, a modo de marketing, cuando sus frutos con semilla habían madurado. Los primates se convirtieron en los primeros mamíferos en identificar el color rojo.

Incluso hoy en día, estudios sobre los efectos del color en los seres humanos muestran que el rojo y el naranja (que es de color rojo, mezclado con amarillo) estimulan el apetito. Esto es un reflejo primate que heredamos.

Además, observe que los seres vivos no elegimos comer frutas o flores porque somos caprichosos o irracionales, mucho menos porque somos pecadores o perversos, sino porque somos seres naturales dirigidos por la naturaleza a través del tono hedónico, a través de las facultades de placer y aversión, a consumir y hacer las cosas que la naturaleza ha establecido que consumamos y hagamos.

Si vamos aún más atrás en el tiempo, nos daremos cuenta de que otra relación simbiótica se desarrolló entre todos los animales y plantas en el planeta desde su historia temprana. Nosotros los animales inhalamos el oxígeno que exhalan las plantas, y ellas inhalan nuestra carbono.

Como resultado de esto, los seres humanos en general sienten una mayor sensación de bienestar al estar en la naturaleza rodeados de plantas y vegetación, o cuando en presencia del océano y al respirar su aire fresco. Uno de los placeres más simples, pero potencialmente intensos, disponible al hombre proviene de inhalar el aire fresco del océano. Debemos tener en cuenta que las algas en el océano producen el 90% del oxígeno en la Tierra. Lo más necesario para nosotros, desde el primer momento, se convirtió en la forma más simple de placer: respirar aire fresco.

Una vez más, tomemos el ejemplo del efecto de los colores verde (las plantas) y azul (océano) para considerar cómo el placer se relaciona a las señales visuales. Los estudios sobre el efecto de diferentes colores en la mente y el cuerpo humano demuestran que los ojos humanos derivan el mayor placer y bienestar de tonalidades azules y verdes. Traduzco:

«El verde relaja el cuerpo y alivia el estrés … las personas que trabajan en oficinas verdes han demostrado estar más satisfechos con sus puestos de trabajo.»

No sólo la ataraxia con frecuencia asume tonos verde, azul y blanco, sino que nuestros ojos están particularmente propensos a percibir estos colores, y estamos más en sintonía con ellos, presumiblemente debido a que son los más necesarios e importantes (mientras que no vemos los colores del espectro ultravioleta que ven las abejas en las flores, ni olemos los olores que un perro percibe porque esta información es innecesaria). Entonces, nuestras facultades nos guían, como a todas las entidades, a percibir y derivar placer de los bienes naturales y necesarios para nosotros.

Los perros y gatos desencadenan en nosotros facultades que usualmente despiertan cuando en presencia de bebés humanos vulnerables: tienen rostros infantiles y evocan nuestros instintos paternales. Disfrutar de la compañía de una mascota se ha demostrado que disminuye la depresión, ayuda a los niños autistas, y fomentar la secreción de serotonina, oxitocina y otras hormonas que incitan a sentirse bien. La naturaleza agradable de nuestras relaciones con nuestras mascotas también puede explicarse por el beneficio mutuo: obviamente, son alimentados por nosotros y disfrutan de comodidad, seguridad y amor en nuestros hogares, pero también mantienen los roedores fuera de nuestras despensas, ayuda con la caza y el pastoreo, y se pueden emplear como guardianes, protectores de la familia y la propiedad, e incluso hay perros que han laborado como guías para los ciegos, para ayudar a salvar víctimas de ahogamiento y para muchas otras cosas.

Del mismo modo, la facultad de aversión nos avisa que algo anda mal cuando nos acercamos a un bote de basura y percibimos el mal olor, aunque no entendamos racionalmente lo que son los gérmenes: por instinto, deseamos alejarnos o remover de nuestro espacio el mal olor. No es ni ventajoso ni virtuoso «cargar la cruz» de nuestras aversiones ni penas: al contrario, puede ser peligroso.

Confiamos en nuestras facultades, no en criterios arbitrarios

Gracias a la dichosa naturaleza porque ha hecho lo necesario fácil de obtener, y lo que no es fácil de obtener ha hecho innecesario.Fragmento Epicúreo

Espero que con todos estos ejemplos hayan visto la estrecha relación que existe entre el hedonismo filosófico de los naturalistas y la selección natural. Lo que he compartido aquí son sólo algunos de los ejemplos más básicos, evidentes y universales de la razón por la cual la facultad del placer es tan importante para nosotros, y una parte esencial del Canon, en la tradición epicúrea.

Los enemigos del placer y de la felicidad humana nos quieren desmoralizar porque somos hedonistas y naturalistas, pero lo cierto es que el placer es la suavidad en la voz de la naturaleza y que siempre ha guiado a todos nuestros ancestros a lo que les convenía. Nuestro hedonismo no consiste en ser subjetivos o caprichosos, mucho menos pecadores o gente corrupta: sino en el hecho auto-evidente que somos seres naturales.

Hay que enfatizar: EL PLACER ES UNA FACULTAD, al igual que la aversión, y lo que los maestros de la tradición epicúrea enseñan es que la naturaleza misma nos guía por medio de estas facultades. El placer no es un criterio arbitrario, como lo es la autoridad o la revelación, o incluso como lo pueden ser la virtud o el bien, términos imposibles de definir claramente en base al estudio de la naturaleza.

Si dejamos de lado nuestras facultades, nos hacemos daño. Si les prestamos atención, es una ventaja para nosotros.

El placer nos guía hacia los bienes concretos que nuestra propia naturaleza busca. Estos bienes naturales son agradables, y el placer es siempre bueno. La clave está en el cálculo hedonista: perseguir el placer de una forma racional, teniendo cuenta el cálculo del beneficio a largo plazo frente a la pérdida, para asegurar que no generamos mayor aversión en el proceso de la búsqueda del placer.

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Razonamientos sobre «Desprecio Irracional» de Polístrato

Estos razonamientos son parte de Epítome: Escrituras Epicúreas.

Polístrato fue el tercer Escolarca en Atenas y el primero en guiar a la comunidad de Amigos después de que los cuatro fundadores habían muerto. Se cree que había conocido a Epicuro y estudió con él cuando era sólo un niño y Epicuro un hombre muy viejo.

Sólo los fragmentos de dos de sus escritos permanecen. Aquí, estudiamos El desprecio irracional, que es una polémica dirigida «contra los que desprecian irracionalmente las creencias populares». Parece ser una diatriba contra los cínicos, o los escépticos, o ambos. Los adversarios de Polístrato parecen estar llenos de insolencia. Al igual que en el caso de Colotes, Polístrato también argumenta que las filosofías de las otras escuelas no son prácticas, que no se pueden utilizar sin hacer daño a uno mismo, y que no practican lo que predican.

La comparación con los demás animales

La obra comienza diciendo que los animales no pueden aprender de sus errores ni pueden encontrar las causas de las cosas. Hoy sabemos que esto no es cierto en todos los casos: los delfines y simios son tan inteligentes que algunos científicos han hecho llamados a que sean considerados personas no-humanas.

También niega que los animales sueñan, pero sabemos los perros sueñan, y dice que los animales no creen en los dioses ni tienen facultades de razonamiento como nosotros. Esta parece ser una premisa importante de la obra. Mas tarde veremos porqué esto es importante, cuando Polístrato hable de las cualidades relativas de las cosas. Parece estar argumentando que la creencia en dioses es una cualidad relativa al ser humano, un producto natural de la experiencia sicológica humana.

El propósito y necesidad de estudiar la naturaleza

Una gran porción de la obra es dedicada a este tema. El Escolarca argumenta que por medios dialécticos no podemos liberarnos de los miedos irracionales, solo por medio de la evidencia, y que solo el estudio de la naturaleza nos puede ayudar a entender a los dioses. Este argumento sigue siendo válido aunque para la mayoría de nosotros, la conclusión a la que llegamos al estudiar la naturaleza sea que los dioses no existen.

Polístrato insiste en que entendamos claramente el fin del estudio de la naturaleza y el fin de la filosofía. Algunos dicen que solo necesitamos buscar la salud (y no el placer ni el estudio de la naturaleza) pero luego caen en las supersticiones. La verdad disipa las preocupaciones y las verdades no se contradicen unas a otras. Luego, continúa con mas advertencias en contra de los retóricos y dialécticos carismáticos, muchas de las cuales se podrían aplicar a los predicadores religiosos modernos:

Aquellos que se quieren entregar al estudio de la naturaleza no deben seguir a los que nos echan miedo y a los que, sin preocuparse de la verdad ni del acuerdo con lo que ellos mismos prueban, practican la ironía despreciando su propia opinión para complacer a la audiencia que les rodea; sino que se deben pronunciar sobre cada cuestión en toda libertad y practicar una filosofía coherente y verdadera, de manera que lleven sin espera la obra de la verdadera filosofía a su punto de perfección, en plena conciencia. Reconocerás mejor aún la verdad de lo que digo si examinas lo que dicen los otros filósofos  … (laguna 10 líneas) …

Mira, pues, en sus mismos propósitos, como algunos sacan conclusiones sobre todo por medio de silogismos y axiomas, de los cuales ellos mismos no se sirven durante sus vidas ni siguen, y como otros, para complacer a las audiencias presentes o para equivocarlas con el fin de obtener la aprobación de la multitud y seducirla, elaboran un verbaje colorido que nada logra, ni para ellos ni para su audiencia, a mejorarlos ni a procurarles una mejor vida … (laguna 5 líneas) … ya que se han deshecho de las enseñanzas que están de acuerdo con los fines que nuestra naturaleza misma busca.

Sin estos últimos, de hecho, todas las otras cosas tienen rango de artificio; lo que nos ocupa y concierne en realidad es la mejora de nuestra vida, es lo que gracias a el, liberados de pasiones que afectan el pensamiento, progresamos hacia la serenidad y hacia un tipo de vida exento de tristeza y conforme a nuestra naturaleza. Y este es un resultado que se obtiene únicamente, como ya se ha dicho, por el estudio correcto de la naturaleza guiado por aquellos que han examinado cual es la naturaleza de todas las cosas, al igual que el poder que está en ella para producir consecuencias conformes a ella o extrañas a ella, y por aquellos que han observado cuales deseos son naturales y los que no lo son …

En todo caso, el hecho de que hasta las acciones virtuosas con frecuencia no tienen provecho porque, en los casos mencionados mas arriba, los hombres muestran demasiada altanería o vuelven a caer sin razón en los miedos supersticiosos, y porque en las otras acciones de la vida cometen muchas faltas de toda clase, nadie la muestra (la virtud). Nosotros, a cambio, comprometidos con seguir el placer, llevaremos testimonio a favor nuestro de que nuestros asuntos son llevados mas fácilmente en las circunstancias dentro de las cuales hasta ahora habíamos exhibido dolor.

Este último párrafo, específicamente, habla contra los que buscan la virtud sin estudiar la naturaleza y nos recuerda la prevalencia de las supersticiones religiosas con sus pretensiones arrogantes de superioridad moral. Esto es vano y desmerece la virtud. El punto que está argumentando el Escolarca es que de nada vale virtud, piedad o fe sin el estudio de la naturaleza de las cosas. Es necesario un entendimiento científico de la realidad para poder vivir una vida placentera y sana.

En el libro Varios días en Atenas vemos como los maestros insisten en que «muchos adoran la Virtud pero pocos se ponen a evaluar el pedestal en que se levanta». Este pedestal es el placer. Es decir, es sumamente importante entender porqué las virtudes son virtudes: porque son medios al placer, y no fines en si mismo. Si una virtud no incrementara la felicidad ni removiera el sufrimiento, no sería virtud.

Este punto lo argumenta Polístrato aquí. Dice que aquellos que buscan la Virtud sin un fin concreto, sin basarse en el estudio de la naturaleza, caen en las supersticiones y abandonan la virtud, algunos cayendo en el tormento. De nuevo, esto podría aplicarse a la gente religiosa que rechaza la ciencia.

Lo hermoso y lo feo, lo placentero y desagradable: cualidades relacionales

Los escépticos argumentaron que lo noble (a kalón) y lo bajo (a aiskhron) están condicionados culturalmente y por lo tanto no son objetivamente reales; que no existe el bien y el mal que se puedan discernir en la naturaleza. Al igual que en el discurso filosófico en otros lugares, hay tensión entre nomos (ley, costumbre) y physis (naturaleza).

El poderoso argumento de Pirrón parece apelar a la doctrina materialista. Si la realidad objetiva se compone de átomos y vacío, a continuación, el bien y el mal, de existir, tendrían que estar compuestos de átomos y vacío, y serían evidentes y no habría desacuerdo con respecto a lo que son estas cosas en las diversas culturas.

El ejemplo aquí dado (aparentemente, por lo opositores) es que el bronce, el oro y otros metales son universalmente reconocidos por lo que son independiente de la cultura por ser lo que son por naturaleza, no por convención.

Pero Polístrato argumenta que esta es una falsa analogía: lo hermoso y lo feo existen al igual que el bronce, solo que existen de una manera distinta y la comparación no es válida. Es aquí que el maestro propone que las cosas tienen propiedades inherentes y propiedades relativas o disposicionales. Lo hermoso y lo feo pertenecen a esta última categoría, al igual que lo placentero y desagradable (categorías estéticas y éticas).

Lo hermoso y lo feo, al igual que lo placentero y desagradable no son lo mismo para todos los hombres y animales. Los oponentes dicen que los hombres erran al buscar esto y no buscar aquello, como si lo deseable debiera ser igual para todos. La salud, la creencia y la corrupción y sus opuestos son distintos para cada cual según su efecto (sus cualidades relativas). El maestro argumenta que 

o todas las cosas que dan estos efectos son falsas

o no hay que rechazar lo bello y lo feo como si fueran opiniones falsas porque no son identicas para todos, como es el caso del oro o la piedra.

El ejemplo que da el maestro concierne las diversas propiedades curativas de un solo fármaco, todas los cuales son eficaces y reales. Si sufrimos de una enfermedad, el medicamento tratará los síntomas de esta. Si sufrimos de otra enfermedad, tratará la otra, pero es el mismo fármaco (convencionalmente) el que muestra distintos efectos (relacionalmente).

Los medicamentos funcionan para algunas enfermedades y no para otras ni para los que están sanos. No es útil que todos actúen de la misma manera en todo momento, sino según las diferencias en las naturalezas individuales y en los accidentes o situaciones particulares.

Un imán sólo podrá atraer metal y no cemento, pero sigue siendo un imán en medida que atrae metal. Este es un ejemplo de una propiedad relacional o disposicional: es tan observable y tan real como las propiedades inherentes de las cosas.

De modo que no se puede dar a la categoría de lo relativo el mismo rango que a lo que existe por naturaleza propia (como el oro, el bronce, que son universalmente reconocidos como tal). No se puede decir que existen unos y los otros no, o que uno y los otros tienen las mismas propiedades.

Podríamos inventarnos muchísimos otros ejemplos de cualidades relativas. Los cacahuetes pueden ser nutritivos o mortales (para los que son alérgicos), pero no son intrínsecamente mortales: se trata de una propiedad relacional, no una propiedad convencional. Los colores y los sabores son propiedades relacionales: sólo vemos el color de un objeto cuando la luz se refleja en contra de ella.

La carne putrefacta es buena para los buitres y lobos que tienen las enzimas para digerirla, pero mala para los seres humanos que no lo hacen y pueden morir después de comer un cadáver crudo.

Noten que éstas consideraciones nos llevan a ponderar la importancia de la teoría de selección natural, que se encuentra de manera rudimentaria explicada en la obra de Lucrecio Sobre la naturaleza de las cosas. Esta teoría es sumamente importante para entender la doctrina epicúrea.

Si los  herbívoros consideran las hierbas como buenas, hermosas y placenteras y a la carne como desagradable, mientras que el caso es vice versa con los carnivoros, es gracias a la selección natural. Si en el hedonismo entendemos lo placentero y lo desagradable como un componente indispensable de nuestro compás moral, entonces la moralidad existe en la naturaleza como la explica Polístrato: como una serie de cualidades disposicionales o relativas a la entidad viviente. .

Lo que el argumenta es que esta moralidad no es menos real, no es menos medible ni observable, que las otras cualidades de la naturaleza por el hecho de ser relacional del mismo modo que las propiedades de un imán y las tendencias de los herbívoros versus los carnívoros no son menos reales. Estas experiencias son reales: el placer y la aversión se experimentan como verdaderos en el cuerpo y la mente de los depredadores o los seres humanos, pero son propiedades relacionales.

Los males que producen las doctrinas falsas

De hecho, nadie podría, de una manera válida someter a un examen racional detallado las dificultades que estas doctrinas ocasionan en la vida para poder, mientras que da atención a las pasiones mismas y a los eventos, comprender, entre otras cosas, lo funesto que es, demostrar una audacia irracional, caer en todas las infelicidades que he mencionado y lo funesto que es, de otra parte, vivir siguiendo servilmente las opiniones transmitidas al azar, siendo víctima de las muchas dificultades y deseos que engendran, y aplicándose sin cesar a las múltiples y diversas actividades y prácticas dañinas que éstas últimas suscitan, multiplicando las aspiraciones de manera irracional–porque uno es infeliz en realidad y en toda ocasión guarda remordimiento–y además encargándose de numerosas preocupaciones sobre los demás.

Resulta que las mismas personas que pasan sus vidas movidas por las tempestades o expuestas a sospechas temerosas, no acaparan nunca el beneficio y el gozo verdaderos de la vida, sino que de antemano expulsados de la vida luego de muchos vanos sufrimientos nacidos de esperanzas siempre vanas y nunca completamente confirmadas, y acumulan por consecuencia sobre sus cabezas aún los otros males, por hecho de su incapacidad de reconocer distintamente cual fin nuestra naturaleza misma persigue y por cuales medios este fin se realiza naturalmente. Porque la ignorancia de estas cosas es la causa primera de todos los males.

Esfuérzate pues de distanciarte de las adversidades de las que te he hablado. Al contrario, dándote razán a ti mismo sobre todas las cosas, como se ha dicho, de una manera adaptada a la vida y a los afectos.

Conclusión

La postura que defiende Polístrato–según la cual lo placentero y lo desagradable existen realmente y son observables en la naturaleza–es conocida como realismo moral, o naturalismo moral, y personalidades modernas como Sam Harris han hecho la misión de su vida el probar que la moral existe en la naturaleza tal y como hizo Polístrato en sus días.

Pero además de argumentar a favor de un realismo hedonista, Polístrato denuncia los males que suceden cuando no alineamos nuestros juicios morales con la evidencia que la naturaleza pone frente a nuestras facultades. Es difícil ser verdaderamente moral sin estudiar la naturaleza.

El realismo hedonista nos lleva a una firme insistencia en que el placer es el fin establecido por la naturaleza, y que hacia el se vierten todas las verdaderas virtudes naturalistas. Debemos reiterar, porque es importante, el siguiente pasaje:

… su incapacidad de reconocer distintamente cual fin nuestra naturaleza misma persigue y por cuales medios este fin se realiza naturalmente. Porque la ignorancia de estas cosas es la causa primera de todos los males.

Es al desconectarse del placer como la meta natural de las entidades vivientes, que los pensadores morales, filósofos y religiosos cometen errores de juicio a veces horribles, que generan enorme sufrimiento innecesario. Echan a un lado el placer para defender la dictadura del proletariado, o el libre mercado, o el dios del desierto, o el honor, o la hombría, dispuestos a incluso matar por estos ideales arbitrarios divorciados del estudio de la naturaleza, que nos muestra que los seres naturales simplemente buscan el placer y evitan el dolor. Entonces, el filósofo naturalista solo debería buscar las maneras mas racionales y sanas de buscar el placer y evitar la aversión.

Podríamos perdonar estas ideologías por el daño que hacen tomando en cuenta que nunca nos prometieron una vida placentera. Si no se establece esta meta desde el principio, ¿como vamos a esperar que la produzca como resultado final?

Cuando no basamos nuestras opiniones firmemente en el estudio de la natura y cuando no tenemos un entendimiento claro de como lo placentero es bueno y lo desagradable es malo dentro de nuestra experiencia real, inmediata y directa de la realidad, terminamos sirviendo fines otros que el que la naturaleza misma ha establecido para nosotros como seres naturales, sirviendo fines otros que lo que nos consta de manera orgánica.

El naturalismo moral es simple: como seres naturales podemos discernir directamente, con nuestras facultades, lo placentero y lo que produce aversión.

Estos razonamientos son parte de Epítome: Escrituras Epicúreas

 

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El renacimiento epicúreo‏

Escrito originalmente en inglés para Humanist Life, una publicación del British Humanist Association.

Según los anales de la historia, en el siglo VI el emperador Justiniano cerró definitivamente todas las escuelas de filosofía que competían con el cristianismo. Esto fue lo último que supimos de la escuela epicúrea, cuya tradición se había mantenido culturalmente vibrante durante siete siglos. Epicuro había sido uno de los primeros en proponer hace 2,300 años la teoría del átomo, el contrato social como base para que reine la ley y la posibilidad de un proceso empírico de búsqueda de la felicidad: una ciencia de la felicidad. Estas escuelas progresistas eran oasis de tranquilidad, razón y placer conocidas como jardines, donde los ideales de amistad civilizada florecieron y los hombres, mujeres e incluso los esclavos participaban en el discurso filosófico como iguales.

Si un conjunto de doctrinas puede ser considerado como el fundamento de la filosofía epicúrea, sería el Tetrafármaco: los Cuatro Remedios. Para fines didácticos, las enseñanzas siempre se han impartido en forma de cortos adagios fáciles de memorizar. Hay muchos más de cuatro remedios en el epicureísmo. Sin embargo, éstos son reconocidos como el núcleo de la enseñanza del cual el resto de la filosofía fluye:

No temas a los dioses
No temas a la muerte
Lo agradable es fácil de alcanzar
Lo doloroso es fácil de soportar

En sus Doctrinas Principales 11-12, Epicuro aboga por el estudio de la ciencia como una forma de emanciparnos de miedos irracionales. Para los naturalistas que no creen en los dioses o espíritus, los dos primeros fármacos se pueden traducir como: «No temas al destino o la suerte, ya que es inútil luchar contra aquello sobre lo que no tenemos ningún control. Se genera sufrimiento innecesario».

El poeta epicúreo romano Lucrecio, en su De Rerum Natura (Sobre la naturaleza de las cosas), dedica largas porciones del poema filosófico a explicar fenómenos naturales tales como como el trueno y los movimientos de los cuerpos celestes, no como obra de los dioses sino como algo natural, ya que el temor a los dioses es visto como incompatible con la vida civilizada . Puesto que él no pudo en esos días para producir una teoría completamente científica para explicar todos estos fenómenos, proporcionó varias teorías posibles para muchos de ellos sin apoyar oficialmente ninguna y humildemente reconoció que pensadores futuros probarían los puntos principales de su cosmología naturalista y científica, lo cual finalmente hicieron. Y así podemos decir que su actitud básica no solo era sobria, sino que también respetaba nuestra inteligencia lo suficiente como para no exhibir arrogancia y certeza que no tenía. El tiempo mostró su buen juicio … y su sinceridad.

El hecho que la prohibición de temer a los dioses, y en contra de la religión basada en el miedo en general, sea el primer y principal tabú en la filosofía epicúrea, sigue siendo refrescante hasta el día de hoy.

El segundo remedio es elaborado en una serie de enseñanzas y aforismos que sirven como una forma de terapia cognitiva para lidiar con el trauma de la muerte. Entre ellos, la más memorable es puramente hedonista. Se resume así:

La muerte no es nada para nosotros, ya que cuando somos la muerte no ha llegado, y cuando la muerte ha llegado no somos.

También está el argumento de la simetría, que compara el tiempo después de nuestra muerte al tiempo antes de nuestro nacimiento del que no tenemos memoria. Puesto que no hay nada, ¿por qué temerle? Es tan poco inteligente ser innecesariamente atormentado sobre la vida venidera, como lo es ser atormentado por el estado antes del nacimiento. Sostengo que con frecuencia eran no sólo las enseñanzas, sino la manera en que fueron impartidas, en el contexto de una comunidad afable de amigos-filósofos, que servía de consuelo y que es imposible replicar la paz y la convicción de Epicuro dio a la humanidad sin este sentido de comunidad.

Las dos últimas declaraciones del Tetrafármaco sobre cómo debemos evaluar nuestros deseos y discernir cuáles son innecesarios frente a cuáles son necesarios, cuáles llevan al dolor cuando son satisfechos o ignorados frente a cuáles no. Por este proceso analítico, uno aprende a contentarse con los placeres simples de la vida, los más fáciles de alcanzar y que llevan a poco o ningún dolor. Es aquí donde los verdaderos frutos del entendimiento epicúreo comienzan a ser cosechados y se vive con mayor facilidad. Las mejores cosas en la vida son gratis.

Una de las primeras tareas psicológicas de cada epicúreo es llegar a ser consciente de sus deseos y cualquier dolor o ansiedad que puedan estar generando. Otra tarea es aprender a saborear y apreciar las cosas simples cuando están delante de nosotros. Los buenos amigos, los buenos alimentos y las bebidas refrescantes, la familia, la buena música, la cercanía a la naturaleza, incluso nuestra visión del cielo que (como Carl Sagan nos avisó) deben siempre hacernos sentir humildes.

La buena noticia, según Epicuro, es que la felicidad se logra fácilmente si cultivamos la filosofía. Él cita la necesidad de la gratitud y de las amistades sólidas como ingredientes fundamentales para la buena vida, y no sólo clasifica los deseos sino también discierne entre placeres cinéticos (activos o dinámicos) que ocurren cuando satisfacemos el deseo y los placeres catastemáticos (pasivos o estables) que suceden cuando no tenemos deseos que satisfacer, los que calificó como superiores.

El psicólogo de la Universidad de Harvard e investigador de la felicidad Dan Gilbert confirma las ideas de Epicuro, incluyendo cómo las relaciones sanas aumentan significativamente la cantidad de placer y de experiencias memorables que reunimos a lo largo de nuestra vida. Utiliza palabras diferentes: la felicidad natural es la que se alcanza cuando satisfacemos un deseo (el placer cinético, en la jerga epicúrea), mientras que la felicidad sintética es independiente de los deseos (el placer catastemático).

Ya que la felicidad sintética no requiere de lo externo, es considerada superior: es un signo de un ser liberado. El Dr. Gilbert argumenta a favor de la felicidad sintética citando el ejemplo del ganador de la lotería y el parapléjico que presentan niveles similares de felicidad un año después de ganar la lotería y perder las extremidades inferiores, respectivamente. Estos casos han sido estudiados por los investigadores de la felicidad Brickman et al.

Esto, en la psicología positiva, se llama adaptación hedónica: el estado habitual de felicidad al que siempre volvemos. Se están investigando métodos para aumentar los niveles de adaptación hedónica que son normales para cada individuo.

Las teorías de Gilbert son epicureísmo con otro nombre. Uno de los elementos de la enseñanza epicúrea con el que los filósofos han luchado más a lo largo de la historia es la idea de placer pasivo. A menudo se argumenta que la falta de dolor no es una definición de placer, pero este es el arte de la felicidad que Epicuro enseñó: que tenemos que aprender a ser felices independientemente de factores externos y de que es posible y deseable cultivar placeres catastémicos a través de las disciplinas filosóficas. De hecho, Epicuro sostiene que el verdadero propósito de la filosofía es asegurar un fin al sufrimiento y crear una vida hermosa, feliz y placentera.

La investigación de Gilbert defiende el placer catastemático como un ingrediente necesario en la felicidad humana y está empezando a dar un nuevo impulso al discurso sobre la filosofía de la felicidad que Epicuro había comenzado y que se vio interrumpido por Justiniano hace 1,500 años. También agrega nuevos conceptos a nuestra ciencia de la felicidad e incluso propone que tenemos un sistema inmunológico psicológico que combate los estados de ánimo tristes.

Las conclusiones de Gilbert, junto con la investigación del bienestar en campos como la neurociencia y la dieta, apuntan a los epicúreos modernos en la dirección de una reinvención interdisciplinaria, práctica de la filosofía, que es justo lo que necesitamos si la filosofía va a volver a ser una vez más el motor cultural revolucionario, emancipatorio que era antes.

En cuanto al cuarto remedio, Epicuro nos recordó la naturaleza temporal del dolor corporal. Podemos tener una fiebre o un dolor de estómago, pero a los pocos días nuestro sistema inmunológico lo combate. En el caso de los dolores crónicos, uno se acostumbra a ellos después de algún tiempo. En la naturaleza, ninguna condición dura para siempre. La impermanencia de todas las condiciones es un consuelo cuando éstas son dolorosas. Una actitud desdeñosa hacia el dolor requiere disciplina, pero puede cultivarse si somos conscientes, disciplinados, y desarrollamos la voluntad de proteger a nuestra mente.

Luego están los dolores mentales y la ansiedad. Estos se trabajan de manera sistemática a través de la terapia cognitiva. La resolución de seguir a Epicuro es esencialmente una resolución para proteger la mente. Es imposible ser feliz si no podemos controlar nuestra ira y otras emociones fuertes: vamos a pasar de un estado perturbado al siguiente y nunca probar la estabilidad de la ataraxia, que se traduce como imperturbabilidad y es la madurez definitiva que un filósofo puede alcanzar.

Vivimos en una sociedad consumerista, disfuncional, llena de ansiedad y neurosis, donde pocas personas analizan su vida, la mayoría de las personas tienen poca capacidad de atención y están generalmente desinteresados en disciplinar sus mentes y poner freno a los deseos sin sentido. Si la filosofía se entiende como los epicúreos la entienden, entonces se hace evidente que la gente hoy necesita desesperadamente de la filosofía.

Muchas más cosas podrían decirse acerca de los consuelos de la filosofía epicúrea y humanista. Dejo a mis lectores con una invitación a estudiar a Epicuro y a participar a solas y con otros en el discurso filosófico. Les prometo que su vida se enriquecerá.

Hiram Crespo es el fundador de la Sociedad de Amigos de Epicuro (societyofepicurus.com) y el autor de Tending the Epicurean Garden (Humanist Press, 2014) / Cultivando el jardín epicúreo. Es además un blogger y ha contribuído a Humanist Life, The Humanist, The New Humanism, Greenewave, NEIU Independent, Lilipoh, Om Times y otras publicaciones.

Los límites del Bien y del Mal, de Marco Tulio Cicerón

En esta selección del Libro I, secciones 9 al 21, Lucio Torcuato da un monólogo explicando y defendiendo la ética epicúrea:

IX. Comenzaré pues en la forma aprobada por el autor del mismo sistema, estableciendo lo que son la esencia y las cualidades del objeto de nuestra investigación; no porque suponga que sean ignorantes de ella, sino porque este es el modo lógico de proceder. Estamos investigando cual es el bien final y definitivo, sobre el cual todos los filósofos están de acuerdo que debe ser de tal naturaleza que sea el fin para el cual todas las demás cosas son medios, mientras que ella misma no es un medio para otra cosa. Esto Epicuro lo encuentra en el placer; el placer tiene que ser el Sumo Bien; el dolor, el Sumo Mal. Esto lo trata de demostrar de la siguiente manera: Cada animal, tan pronto nace, busca el placer y se deleita en el como Sumo Bien, mientras que retrocede ante el dolor como Sumo Mal y en lo posible lo evita. Esto lo hace, siempre y cuando se mantenga incorrupto, a instancias del veredicto imparcial y honesto de la naturaleza.

De ahí que Epicuro se niega a admitir cualquier necesidad de discusión o debate para demostrar que el placer es deseable y el dolor debe ser evitado. Estos hechos, el piensa, son percibidas por los sentidos como que el fuego es caliente, blanca la nieve, dulce la miel; ninguno de las cuales necesita ser probado por medio de un elaborado argumento: es suficiente simplemente llamar la atención a ellos. (Porque hay una diferencia, sostiene, entre prueba formal silogística de una cosa y un mero aviso o recordatorio: el primero es el método para descubrir verdades abstrusas y recónditas, el último para indicar hechos que son obvios y evidentes.) Quite a la humanidad la sensación y no queda nada; se deduce que la naturaleza misma es el juez de lo que está en conformidad con o contrario a la naturaleza.

¿Que percibe la naturaleza o que juzga, aparte del placer y dolor, para guiar sus acciones de deseo y de evasión? Algunos miembros de nuestra escuela refinarían esta doctrina; ellos dicen que no es suficiente que el juicio del bien y del mal reste en los sentidos; el hecho que el placer es en sí deseable y el dolor en sí debe ser evitado también puede ser entendido por el intelecto y la razón. Por consiguiente, ellos declaran que la percepción de que el uno debe ser buscado y el otro evitado es una idea implantada de forma natural en nuestras mentes. Otros, con los que estoy de acuerdo, observando que un gran número de filósofos presentan una amplia gama de razones para demostrar porqué el placer no debe ser considerado como un bien ni el dolor como un mal, consideran que no deberíamos estar demasiado confiados de eso; en su opinión, esto requiere argumentación razonada y elaborada, y discusión teórica abstrusa sobre la naturaleza del placer y el dolor.

X. Pero debo explicarle cómo surgió toda esta idea equivocada de reprobar el placer y ensalzar el dolor. Para ello, le voy a dar una explicación completa del sistema, y exponer las enseñanzas reales del gran explorador de la verdad, el maestro constructor de la felicidad humana. Nadie rechaza, repudia o evita el placer mismo, ya que es placer, sino que los que no saben cómo conseguir racionalmente el placer se encuentran con consecuencias extremadamente dolorosas. Ni tampoco hay quien ame o busque o desee obtener el dolor por sí mismo, ya que es dolor, sino porque de vez en cuando hay circunstancias en las que la fatiga y el dolor ayudan a adquirir un mayor placer. Para tomar un ejemplo trivial, ¿quien se compromete a hacer ejercicio físico laborioso, excepto para obtener alguna ventaja? Pero, ¿quién tiene derecho a encontrar errado a un hombre que opta por disfrutar de un placer que no tiene consecuencias molestas, o uno que evita un dolor que no produce placer resultante?

Por otra parte, denunciamos con indignación y nos disgustan los hombres que se dejan engañar y desmoralizar por los encantos del placer del momento, tan cegados por el deseo, que no pueden prever el dolor y la molestia que sobreviene; e igual culpamos a los que faltan a su deber por debilidad de voluntad, es decir por alejarse de la fatiga y el dolor. Estos casos son perfectamente simples y fáciles de distinguir. En un momento libre, cuando nuestro poder de elección no tiene límites y cuando nada impide que seamos capaces de hacer lo que más nos gusta, todo placer es bienvenido y todo dolor evitado.

Pero en determinadas situaciones de emergencia y debido a las exigencias del deber o las obligaciones de las empresas que se producen con frecuencia, los placeres tienen que ser repudiados y las molestias aceptadas. El hombre sabio, por lo tanto siempre tiene en estos asuntos a este principio de selección: rechaza los placeres para asegurar otros placeres mayores, o de lo contrario él aguanta los dolores para evitar peores dolores.

Ya que esta es la teoría que sostengo, ¿por qué debo temer no ser capaz de conciliarla con el caso de los Torquati, mis antepasados​​? Sus referencias a ellos hace un momento son históricamente correctas, y también muestran su generoso sentimiento de amistad hacia mí mismo; pero a la vez que no me debo dejar sobornar por su adulación de mi familia, no dejo de ser un oponente resuelto. Dígame, ¿qué explicación da usted para sus acciones? ¿De verdad cree que culparon un enemigo armado, o trataron a sus hijos, su propia carne y sangre, tan cruelmente, sin pensar en su propio interés o ventaja? Ya qué, incluso los animales salvajes no actúan de esa manera; no pierden el control tan ciegamente que no podemos discernir propósito en sus movimientos y embestidas.

Entonces, ¿puede suponer que esos hombres heroicos realizaron sus famosos hechos sin ningún motivo en absoluto? Cuál fue el motivo, eso lo consideraré más tarde: por el momento voy a afirmar con confianza, que si tenían un motivo para esas hazañas gloriosas, sin duda, el motivo no fue un amor a la virtud en si misma.

  • Él le arrebató la gargantilla de su enemigo … Sí, y se salvó de la muerte.
  • Pero él hizo frente a grandes peligros … Sí, ante los ojos de un ejército.
  • ¿Que consiguió por eso? … Honor y estima, las garantías más fuertes de seguridad en la vida.
  • Sentenció a su propio hijo a muerte … Si no tuvo motivo, lamento tener que ser el descendiente de alguien tan salvaje e inhumano; pero si su propósito era infligir dolor a sí mismo para establecer su autoridad como comandante y para apretar las riendas de la disciplina durante una guerra muy grave por por medio de controlar a su ejército con miedo al castigo, entonces su acción estaba destinada a garantizar la seguridad de sus conciudadanos, sobre la que él sabía que la suya dependía.

Y este es un principio de amplia aplicación. La gente de su escuela, y sobre todo usted mismo, que son tan diligentes estudiantes de historia, han encontrado un campo favorito para demostrar su elocuencia en recordar las historias de hombres valientes y famosos de la antigüedad y en alabar sus acciones, no por razones utilitarias, sino por el esplendor del valor moral abstracto. Pero todo esto cae al suelo si se establece el principio de selección que acabo de mencionar, el principio de la renuncia a los placeres con el propósito de obtener mayores y mas perdurables placeres, y soportar dolores por el bien de escapar mayores dolores.

XI. Pero bastante se ha dicho ya sobre las hazañas gloriosas y los logros de los héroes de fama. La tendencia de todas las virtudes para producir placer es un tema que será tratado en su propio lugar en el futuro. En la actualidad, procederé a exponer la esencia y cualidades del placer en sí mismo, y procuraré eliminar los conceptos erróneos y hacer que se de cuenta cuan seria, cuan templada, cuan austera es la escuela que se supone que sea sensual, ociosa y lujosa. El placer que buscamos no es el tipo que solo afecta directamente a nuestro ser físico con una sensación de delicia, una percepción agradable de los sentidos; por el contrario, el mayor placer de acuerdo a nosotros es el que se experimenta como resultado de la eliminación complet:a del dolor. Cuando somos libres de dolor, la mera sensación de completa emancipación y alivio del malestar es en sí misma una fuente de gratificación.

Pero todo lo que causa gratificación es un placer (al igual que todo lo que causa molestia es un dolor). Por lo tanto la eliminación completa del dolor correctamente se ha denominado un placer. Por ejemplo, cuando el hambre y la sed son desterrados por la comida y la bebida, el mero hecho de deshacerse de malestar trae placer como resultado. Así que en general, la eliminación del dolor causa que el placer lo remplace.

Epicuro, en consecuencia mantiene que no hay tal cosa como un estado neutral intermedio entre el placer y el dolor; ya que el estado que algunos pensadores suponen ser neutral, está caracterizado por toda ausencia de dolor y es en sí mismo un placer; es más, es un placer del más alto orden. Un hombre que está consciente de su condición debe sentir necesariamente placer o dolor.

Pero Epicuro considera la ausencia completa de dolor como el límite y punto más alto del placer; más allá de este punto de placer puede variar en tipo, pero no puede variar en intensidad o grado. Sin embargo, en Atenas, como mi padre solía decirme cuando quería ventilar su ingenio a costa de los estoicos, en el Cerámico hay una estatua de Crisipo sentado y presentando una mano, gesto que pretende indicar el deleite que encontró en el siguiente silogismo:

«¿Quiere algo su mano mientras está en su estado actual

La respuesta: «Pero si el placer fuera un bien, querría placer.» 

«Sí, supongo que lo haría.» 

«Por lo tanto, el placer no es un bien.»

Un argumento, como mi padre declaró, que ni siquiera una estatua emplearía, si una estatua pudiera hablar; y a pesar de que es lo suficientemente convincente como una objeción a la cirenaicos, no afecta a Epicuro. Porque si la única clase de placer fueran las cosquillas a los sentidos, una influencia que los impregna con una sensación de placer, ni la mano ni ningún otro miembro puede ser satisfecho con la ausencia de dolor no acompañado por una sensación agradable y activa de placer. Mientras que si, como sostiene Epicuro, el más alto placer es no sentir ningún dolor, el interlocutor de Crisipo, aunque justificado en hacer su primera admisión de que su mano en esa condición no quería nada, no se justificaba en su segunda admisión, que si el placer fuera un bien su mano lo hubiera querido.

Y la razón por la que no hubiera querido el placer es que estar sin dolor es estar en un estado de placer.

XII. La verdad de la posición que el placer es el bien último será más fácilmente mostrada en la siguiente ilustración. Imaginemos un hombre que vive en el continuo disfrute de numerosos y vívidos placeres del cuerpo y de la mente, sin ser molestado ni por la presencia ni por la perspectiva del dolor: ¿que posible estado de existencia podríamos describir como más excelente o más deseable? Quien lo encuentra debe poseer primeramente una fuerza de mente que está a prueba de todo temor a la muerte o al dolor; sabrá que la muerte significa inconsciencia completa y que el dolor es generalmente leve si es duradero y corto si es fuerte, de modo que su intensidad es compensada por la breve duración y su continuación por la disminución de la gravedad. Que un hombre así, además, no tenga miedo a poderes sobrenaturales; que nunca permita que los placeres del pasado se desvanezcan, sino que constantemente renueve su disfrute en el recuerdo, y su suerte no admitirá mejoras.

Supongamos, por otro lado, que una persona es aplastada por la carga más pesada de angustia corporal y mental que puede sufrir la humanidad. No le conceda ninguna esperanza de alivio último, y tampoco la esperanza de placer, ya sea presente o en expectativa. ¿Se puede describir o imaginar un estado más lamentable? Por lo tanto, si una vida llena de dolor es lo más que hay que evitar, se deduce que vivir en el dolor es el mayor mal; y esta posición implica que una vida de placer es el bien último. De hecho, la mente no posee nada en si que se pueda denominar último. Cada miedo, cada pena se remonta al dolor; no hay otra cosa fuera del dolor que sea por su propia naturaleza capaz de causar ansiedad o angustia.

El placer y el dolor proporcionan además los motivos para desear y evitar, y las fuentes de la conducta en general. Siendo esto así, se deduce claramente que las acciones son correctas y dignas de alabanza sólo si son hechas como medio para el logro de una vida de placer. Pero lo que no es en sí un medio para otra cosa, y para lo cual todo lo demás es un medio, es denominado por el término griegos telos: el bien más alto, último o final. Por lo tanto, hay que admitir que el bien supremo es vivir agradablemente.

XIII. Aquellos que denominan la virtud como el sumo bien solo están seducidos por el glamour de un nombre y no entienden las verdaderas exigencias de la naturaleza. Si están dispuestos a escuchar a Epicuro, serán liberados del mas grave error. La escuela de ustedes se dilata en la belleza trascendente de las virtudes; pero si ellas no produjeran placer, ¿quien las consideraría dignas de alabanza o deseables? Valoramos el arte de la medicina no por su interés como una ciencia, sino por su condiciones favorables para la salud; el arte de la navegación es elogiado por su valor práctico y no por su valor científico, porque transmite las reglas para navegar en un barco con éxito. Así también la sabiduría, que debe ser considerada como el arte de vivir, si no efectúa ningún resultado no sería deseable; pero la deseamos porque es el artífice que adquiere y produce placer. (A estas alturas, debería ya estar claro que el significado que atribuyo al placer, y usted no debería estar prejuiciado en contra de mi argumento debido a las asociaciones deshonrosas del término.)

El gran factor perturbador en la vida de un hombre es la ignorancia del bien y del mal; Ideas erróneas sobre éstos con frecuencia nos roban nuestros mayores placeres y nos atormentan con el más cruel dolor mental. Por lo tanto, necesitamos la ayuda de la sabiduría para librarnos de nuestros miedos y apetitos, para acabar con todos nuestros errores y prejuicios, y para servir como nuestra guía infalible para la consecución del placer. Solo la sabiduría puede desterrar la tristeza de nuestros corazones, proteger como alarma y dar comprensión; enlístese en su escuela y es posible vivir en paz y apagar las llamas ardientes de deseo. Porque los deseos son imposibles de satisfacer; no solo arruinan a individuos sino también familias enteras; es más, a menudo sacuden los cimientos mismos del estado. Son ellos la fuente del odio, peleas y luchas, de sedición y de guerra.

Tampoco sólo hacen alarde de sí mismos en el extranjero, ni vuelven sus embestidas ciegas únicamente contra los demás: los deseos incluso dentro del corazón se pelean y se disputan entre sí; y esto no puede sino amargar de la vida. De ahí que sólo el sabio, quien limpia todo aumento de vanidad y error, posiblemente puede vivir sin problemas por causa del dolor y el miedo, dentro de los límites que la naturaleza ha creado. Nada podría ser más útil o más propicio para el bienestar como la doctrina de Epicuro sobre las diferentes clases de deseos. Se clasifican como naturales y necesarios; o como naturales e innecesarios; o como ni naturales ni necesarios; el principio de clasificación que es que los deseos necesarios se satisfacen fácilmente sin grandes problemas o gastos; los deseos naturales también requieren muy poco, y son a la vez fáciles de conseguir y limitados en cantidad ya que las riquezas de la naturaleza son suficientes para contentarlos; pero para los deseos imaginarios no se puede encontrar límite.

XIV. Entonces, si se observa que la ignorancia y el error degradan toda la vida a un nivel de confusión, mientras que la sabiduría es lo único capaz de protegernos de los ataques de apetito y las amenazas del miedo, y nos enseña a soportar incluso las afrentas de la fortuna con moderación, y nos muestra todos los caminos que conducen a la calma y a la paz, ¿por qué debemos dudar en confesar que la sabiduría debe ser deseada por los placeres que trae y la locura debe evitarse debido a sus consecuencias perjudiciales?

El mismo principio nos llevará a pronunciar que la templanza tampoco es deseable por sí misma, sino porque otorga tranquilidad y calma el corazón con una sensación de armonía. En efecto, es la templanza la que nos advierte a guiarnos por la razón en decidir lo que deseamos y evitamos. Tampoco basta juzgar lo que es correcto hacer o dejar sin hacer; también tenemos que cumplir con nuestro juicio. La mayoría de los hombres, sin embargo carecen de tenacidad de propósito; su resolución se debilita y sucumbe tan pronto como la forma atractiva del placer alcanza su mirada, y se rinden presos a sus pasiones, sin haber previsto el resultado inevitable de esto. Así, en aras de un placer a la vez poco e innecesario, y que se pudo haber obtenido por otros medios o incluso se pudo haber negado por completo sin dolor, incurren en la enfermedad grave, la pérdida de fortuna, o la desgracia, y con frecuencia se hacen vulnerables a las penalidades de la ley y de los tribunales de justicia.

Los que resuelven disfrutar de sus placeres mientras que evitan todas las consecuencias dolorosas que tengan, conservan su facultad de juicio y no se dejan seducir por el placer hacia caminos que perciben como errados, cosecharán el más alto placer al renunciar al placer. Del mismo modo también suelen soportar voluntariamente dolor para evitar incurrir en un mayor dolor al no hacerlo. Esto demuestra claramente que la intemperancia no es deseable por sí misma, mientras que la templanza es deseable, no porque renuncia a los placeres sino porque adquiere mayores placeres.

XV. Lo mismo se puede decir del coraje. El desempeño de labores, el padecer dolores, no son en sí mismos atractivos, ni tampoco lo son la resistencia, la industria, la vigilancia, ni la tan alabada virtud, la perseverancia, ni siquiera el coraje; pero usamos estas virtudes para vivir sin ansiedad y miedo, y en lo posible para estar libres de dolor de mente y cuerpo. El miedo a la muerte hace estragos con la calma y hasta el progreso de la vida, y agachar la cabeza ante el dolor y cargarlo con abyección y débilmente es una cosa lastimosa; tal debilidad ha hecho que muchos hombres traicionen a sus padres o sus amigos, o hasta a su país, y a otros los ha llevado a la completa ruina. Mientras que un espíritu fuerte y noble vive totalmente libre de ansiedad y tristeza.

(El corage) alivia la muerte, porque los muertos están como estaban antes de que nacieran. Nos educado para atender el dolor recordando que los dolores de gran severidad se terminan con la muerte, y los leves tienen intervalos frecuentes de respiro; mientras que los de intensidad media se hallan dentro de nuestro propio control: podemos soportarlos si son soportables, o si no lo son, podemos dejar tranquilamente el teatro de la vida cuando el juego ha dejado de complacernos. Estas consideraciones demuestran que la timidez y cobardía no se deben culpar por su propia cuenta; ni el coraje y la resistencia se deben alabar por su propia cuenta; los primeros se deben rechazar porque engendran dolor, los últimos se deben codiciar porque engendran placer.

XVI. Queda por hablar de la justicia para completar la lista de las virtudes; pero admite prácticamente el mismo trato que las demás. La sabiduría, la templanza y la valentía, que han demostrado estar tan estrechamente vinculada con el placer, no pueden posiblemente ser apartadas de el. Lo mismo con la Justicia. No sólo la justicia nunca causa daño a nadie, sino por el contrario, siempre añade algún beneficio, en parte debido a su influencia en esencia calmante sobre la mente, en parte debido a la esperanza del suministro inagotable de las cosas que la naturaleza incorrupta realmente necesita. Y así como la temeridad, licencia, y cobardía siempre atormentan la mente despertando problemas y discordia, del mismo modo la injusticia, cuando está firmemente arraigada en el corazón, causa inquietud por el mero hecho de su presencia; y una vez ha encontrado expresión en algún acto de maldad, no importa cuan secreto sea el acto, nunca se puede estar seguro de que siempre se permanecerá sin ser detectado.

Las consecuencias habituales de la delincuencia son, primero la sospecha, luego chismes y rumores, luego viene el acusador, el juez; muchos malhechores incluso han recurrido a pruebas contra sí mismos, como ocurrió en su consulado. E incluso los que se creen amurallados y fortificados contra la detección por parte de sus semejantes, todavía temen el ojo del cielo e imaginan que la Providencia, para castigarlos, envía punzadas de ansiedad noche y día que consumen sus corazones. ¿Pero que puede contribuir la maldad a la disminución de las molestias de la vida, en medida de su efecto en el aumento de ellas, debido a la carga de una conciencia culpable, las penas de la ley y el odio de los semejantes?

Sin embargoalgunos hombres se entregan sin límite a su avaricia, ambición y ansia de poder, lujuria, gula y otros deseos, que los bienes mal ganados nunca pueden disminuir sino que inflaman más; de modo que parece ser mas apropiada la moderación que la reforma. La voz de la verdadera razón convoca a los hombres de naturaleza sana, por lo tanto, a la justicia, la equidad y la honestidad. Para el que no tiene elocuencia ni recursos la deshonestidad no es una buena política, ya que es difícil para tal hombre poder tener éxito en sus planes, o están destinadas a reparar su éxito una vez alcanzado.

Por otra parte, para la gente rica e inteligente la conducta generosa parece más acorde, y la liberalidad de ellos gana el afecto y la buena voluntad, el medio más seguro para una vida de paz; especialmente ya que realmente no hay motivo para transgredir porque los deseos que brotan de la naturaleza son fácilmente satisfechos sin hacer daño a ningún hombre, mientras que los deseos imaginarios deben ser resistidos porque fijan sus afectos en nada que sea realmente deseable. Hay más pérdida inherente en la injusticia, que las ganancias que trae.

Tampoco es correcto decir que la justicia sea deseable en ; lo es porque es tan altamente productiva de gratificación. La estima y el afecto son gratificantes, ya que hacen que la vida sea más segura y llena de placer. Por lo tanto creemos que la injusticia debe ser evitada no sólo a causa de los inconvenientes que se derivan de ser injusto, sino incluso mucho más porque cuando ella vive en el corazón de un hombre, nunca le deja respirar libremente o conocer un momento de descanso.

Si hasta la gloria de las virtudes, de la que todos los demás filósofos gustan expresarse de forma tan elocuente, en última instancia carece de sentido a menos que sea basado en el placer, mientras que el placer es la única cosa que es intrínsecamente atractiva y seductora, no puede dudarse que el placer es el bien supremo y último, y que una vida de felicidad no es otra cosa que una vida placentera.

XVII. La doctrina así firmemente establecida tiene corolarios que expondré brevemente. (1) Los límites de los bienes y males en sí mismos, es decir el placer y el dolor, no están abiertos a ser confundidos; donde la gente se equivoca es en no saber qué cosas  producen placer y dolor.

(2) Una vez más, afirmamos que los placeres y dolores mentales surgen de los corporales (y por lo tanto permito su afirmación de que cualquier epicúreo que piensan de otro modo está fuera de la corte, y estoy consciente de que muchos lo hacen, pero no los que pueden hablar con autoridad). Aunque los hombres experimentan el placer mental como agradable y el dolor mental como molesto, sin embargo ambos afirman que surgen de, y están basados en, las sensaciones corporales.

(3) Sin embargo, sostenemos que esto no impide que los placeres y dolores mentales sean mucho más intensos que los del cuerpo; ya que el cuerpo puede sentir sólo lo que está presente en el a cada momento, mientras que la mente también es consciente del pasado y del futuro. Podemos conceder que el dolor de cuerpo es igual de doloroso, sin embargo, nuestra sensación de dolor se puede aumentar enormemente si existe la creencia de que algún mal de magnitud y duración ilimitada amenaza con sobrevenir en el futuro. Y la misma consideración puede ser transferida al placer: un placer es mayor si no se ve acompañado de algún temor. Parece estar claro, por tanto, que un placer mental intenso o angustia contribuye más a nuestra felicidad o miseria que un placer o dolor corporal de igual duración.

(4) Sin embargo, no estamos de acuerdo que cuando el placer se retira, el desasosiego a la vez sobreviene, a menos que el placer haya sido reemplazado por un dolor: mientras que por otro lado, uno se alegra de perder un dolor a pesar de que no venga una sensación activa de placer en su lugar: un hecho que sirve para mostrar que gran placer es la mera ausencia de dolor.

(5) Pero así como estamos eufóricos por la anticipación de cosas buenas, igualmente estamos encantados por su recuerdo. Los tontos se atormentan por el recuerdo de viejos males; los sabios tienen el placer de renovar en el recuerdo agradecido las bendiciones del pasado. Tenemos el poder tanto para destruir nuestras desgracias en un olvido casi perpetuo como para evocar recuerdos agradables y placenteros de nuestros éxitos. Cuando fijamos atentamente nuestra visión mental sobre los acontecimientos del pasado, a continuación, la tristeza o la alegría sobreviene según sean malos o buenos.

XVIII. ¡He aquí un noble camino abierto, sencillo y directo hacia la felicidad! Porque es claro que el hombre no puede tener mayor bien que la completa liberación del dolor y la tristeza junto con el disfrute de los más altos placeres mentales y corpóreos. Nótese entonces cómo la teoría abarca cada posible mejora de la vida, toda ayuda a la consecución de ese bien supremo que es nuestro objeto. Epicuro, el hombre al que denuncian como un sibarita, vocifera en voz alta que nadie puede vivir placenteramente sin vivir sabiamente, con honor y con justicia, y nadie puede vivir sabia, honorablemente y justamente sin vivir agradablemente. Ya que una ciudad dividida no puede prosperar, ni una casa cuyos dueños están en contienda; mucho menos puede una mente dividida contra sí misma y llena de discordia interna, degustar ni una partícula de puro y liberal placer. Quien está perpetuamente influído por consejos y deseos contradictorios e incompatibles, no puede conocer paz o calma.

Si lo agradable de la vida se ve disminuído por las enfermedades corporales más graves, ¡cuánto más debe verse disminuído por las enfermedades de la mente! Los deseos extravagantes e imaginarios, las riquezas, la fama, el poder, y también los placeres licenciosos, no son más que enfermedades mentales. Además hay dolor, angustia y pena, que roen el corazón y lo consumen con ansiedad, que los hombres no ven cuan innecesarios son si no están ligados al dolor del cuerpo presente o por venir. Sin embargo, no hay hombre insensato que no esté afectado por alguna de estas enfermedades; por lo tanto, no hay hombre insensato que no está contento.

Por otra parte existe la muerte, la piedra de Tántalo que siempre se cierne sobre las cabezas de los hombres, y la superstición que envenena y destruye toda tranquilidad. Además, la gente no recuerda su pasado ni disfruta de sus bendiciones presentes; simplemente espera las del futuro, pero como estas son inciertas, se dejan consumir por la agonía y el terror; y el clímax de su tormento es cuando perciben demasiado tarde que todos sus sueños de riqueza o de estatus, de poder o fama, han quedado en la nada. Porque  fue la esperanza de alcanzar los placeres, que nunca obtuvieron, la que inspiró todas sus arduas fatigas. Mire de nuevo a los demás, hombres de mente estrecha, pesimistas confirmados, o rencorosos, envidiosos, criaturas malhumoradas, poco sociables, abusivas, brutales; mire otros más esclavizadas a las locuras de amor, insolentes o imprudentes, sin sentido, testarudos y aún indecisos, cambiando siempre sus mentes. Tales fallas hacen de sus vidas una ronda continua de miseria.

La conclusión es que ningún hombre necio puede ser feliz, ni ningún hombre sabio dejar de serlo. Esta verdad la establecemos de un modo mucho más concluyente que los estoicos. Pues sostienen que nada es bueno salvo el vago fantasma que llaman valor moral, un título más espléndido que sustancial; y dicen que la virtud basada en este valor moral no tiene necesidad de placer sino que es ella misma su propia felicidad suficiente.

XIX. Al mismo tiempo esta doctrina estoica puede afirmarse de un modo al que no nos oponemos y, de hecho, nosotros mismos aprobamos. Ya que Epicuro presenta su hombre sabio que siempre está contento: sus deseos se mantienen dentro de sus límites; ignora la muerte; tiene una verdadera concepción, no contaminada por el miedo, de la naturaleza divina; no vacila al apartarse de la vida, si eso mejora su condición. Así equipado disfruta de placer perpetuo, porque no hay momento en el que los placeres que experimenta no dejen de exceder los dolores; ya que él recuerda con gratitud el pasado, vive el presente con una plena realización de su agrado, y no se fía del futuro que espera, pero encuentra su verdadero disfrute en el presente. También es completamente libre de los vicios que mencioné hace unos momentos y también obtiene placer considerable de la comparación de su propia existencia con la vida de los ignorantes.

Además, cualquier dolor que el hombre sabio encuentre nunca es tan grave, sino que tiene más motivos de alegría que de tristeza. Una vez más, hay un buen dicho de Epicuro que «la Fortuna interfiere poco en el sabio: las grandes preocupaciones de la vida, las cosas que importan, son controladas por su propia sabiduría y razón»; y que «no hay mayor placer en una vida de duración infinita, que el que realmente confiere esta existencia que sabemos que es finita.» La lógica, en la que su escuela establece tanto énfasis, el considera de ningún efecto, ya sea como guía de conducta o como una ayuda para el pensamiento.

Epicuro consideraba la filosofía natural de suma importancia. Esta ciencia nos explica el significado de los términos, la naturaleza de la apelación y la ley de la coherencia y la contradicción; en segundo lugar, un conocimiento profundo de los hechos de la naturaleza nos libera de la carga de la superstición, nos libera del miedo a la muerte y nos protege contra los efectos perturbadores de la ignorancia que a menudo en sí mismos son una causa de preocupaciones terribles; por último, aprender los verdaderos requisitos de la naturaleza mejora el carácter moral también. Además, es sólo al entender firmemente un sistema científico bien establecido, observando la Regla o Canon que ha caído como desde el cielo, para que los hombres todos lo conozcan, y es sólo al hacer del Canon la prueba de todos juicios, que podemos aspirar a siempre a estar firmes en nuestra creencia, inquebrantable por la elocuencia de cualquier hombre.

Mientras que sin una comprensión completa del mundo de la naturaleza es imposible mantener la verdad de nuestras percepciones sensoriales. Además, todas las presentaciones mental tiene su origen en la sensación: de modo que ningún conocimiento con certeza será posible, a menos que todas las sensaciones sean verdaderas, como la teoría de Epicuro enseña que son. Los que niegan la validez de la sensación y dicen que nada puede ser percibido, después de haber excluido la evidencia de los sentidos, no son capaces ni siquiera de exponer su propio argumento. Además, al abolir los conocimientos y la ciencia ellos suprimen toda posibilidad de vida y acción racional. Así, la filosofía natural suministra valor para enfrentar el miedo a la muerte; resolución de resistir a los terrores de la religión; da paz mental, ya que elimina toda ignorancia sobre los misterios de la naturaleza; autocontrol, ya que explica la naturaleza de los deseos y distingue los diferentes tipos; y, como acabo de mostrar, el Canon o criterio de conocimiento que Epicuro estableció da un método para discernir la verdad de la falsedad.

XX. Queda un tema que es, por excelencia, pertinente a esta discusión. Me refiero al tema de la amistad. Su escuela sostiene que si el placer es el bien sumo, la amistad dejará de existir. Ahora el pronunciamiento de Epicuro sobre la amistad es que de todos los medios a la felicidad que la sabiduría ha ideado, ninguno es mayor, ninguno más fructífero, ninguno más agradable que este. Tampoco encomendó esta doctrina por elocuencia, sino mucho más por el ejemplo de su vida y conducta. Los relatos míticos de la antigüedad demuestran qué gran cosa es la amistad. Revise las abundantes y variadas leyendas de las más remotas edades y va a encontrar en ellas tres pares de amigos, empezando por Teseo y terminando con Orestes. Sin embargo Epicuro en una sola casa pequeña mantuvo toda una compañía de amigos unidos por la simpatía y el afecto más íntimo; y esto todavía continúa en la escuela epicúrea.

Pero, volviendo a nuestro tema, no hay necesidad de ejemplos personales: Me he dado cuenta de que el tema de la amistad ha sido tratado por los epicúreos de tres maneras:

(1) Algunos han negado que deberíamos desear los placeres de nuestros amigos en el mismo grado que deseamos nuestros propios placeres. Algunos críticos consideran que esta doctrina socava los cimientos de la amistad. Sin embargo, sus partidarios defienden su posición sin dificultad, en mi opinión. Argumentan que la amistad no se puede separar del placer, del mismo modo que hemos visto con las virtudes. Una vida sin amigos, solitaria, es acosada por peligros secretos y por alarmas. De ahí que la razón nos asesora en la adquisición de amigos; poseerlos da confianza y una firme esperanza de poder ganarse el placer. Y así como el odio, los celos y el desprecio son obstáculos para el placer, la amistad es el conservador y también creador de placer más confiable, tanto para nuestros amigos como para nosotros mismos. Nos ofrece el disfrute en el presente, y nos inspira esperanzas para el futuro cercano y lejano.

Por eso no es posible asegurar la satisfacción ininterrumpida en la vida sin la amistad, ni tampoco preservar la amistad, a menos que amemos a nuestros amigos tanto como a nosotros mismos. De ahí que este desinterés se produce en la amistad, a la vez que la amistad está estrechamente vinculada con el placer: porque nos regocijamos en la alegría de nuestros amigos tanto como en la nuestra, y estamos igualmente dolidos por sus penas. Por tanto, el hombre sabio se sentirá exactamente igual con respecto a su amigo como lo hace consigo mismo, y se ejercerá tanto por el placer de su amigo como lo haría por el suyo. Todo lo que se ha dicho sobre la conexión esencial de las virtudes con el placer debe ser repetido sobre la amistad. Epicuro bien dijo (doy casi exactamente sus palabras): «El mismo credo que nos ha dado el coraje para superar el miedo al eterno mal en la vida venidera, ha discernido que la amistad es nuestra salvaguardia más fuerte en este actual período de la vida.»

(2) Otros epicúreos, aunque de ninguna manera carezcan de entendimiento, son un poco menos valientes en su desafío de las críticas oprobiosas de la academia. Temen que si consideramos la amistad como deseable sólo por el placer que nos proporciona, se daña por completo. Por lo tanto, dicen que los primeros avances y propuestas, y la inclinación original a formar una amistad, están impulsados ​​por el deseo de placer pero que, al progresar la intimidad, florece una relación de afecto lo suficientemente fuerte como para hacernos amar a nuestros amigos en sí, a pesar de que ninguna ventaja práctica se derive de su amistad. ¿No llegamos a amar por familiaridad a las localidades, templos, ciudades, gimnasios, estadios, caballos y perros, espectáculos de gladiadores y luchas con las fieras? Entonces, ¡Cuánto más natural y razonable que esto suceda en nuestras relaciones con nuestros semejantes!

(3) El tercer punto de vista es que los sabios han hecho una especie de pacto de amar a sus amigos no menos que ellos mismos. Podemos entender esta posibilidad y a menudo ver que sucede. Es evidente que no hay medio más eficaz para alcanzar la felicidad que tal alianza.

Todas estas consideraciones van a demostrar no sólo que la teoría de la amistad no se avergüenza de la identificación del placer como sumo bien, sino que sin este, no se puede encontrar fundamento para la amistad en absoluto.

XXI. Si la doctrina que he expuesto es más clara y más luminosa que la luz del día; si se deriva enteramente de la fuente de la naturaleza; si todo mi discurso se basa en la confirmación de evidencia objetiva e irrefutable de los sentidos; si bebés que balbucean, y hasta animales mudos, impulsados ​​por la enseñanza de la naturaleza, casi encuentran la voz para proclamar que no hay bienestar sino el placer, no hay dificultades sino el dolor, y su juicio en estos asuntos no es ni sofisticada ni prejuiciado, ¿No debemos sentir la mayor gratitud hacia aquel que captó esta expresión de la voz de la naturaleza y captó su importancia tan firme y plenamente que ha guiado a todos los hombres cuerdos en los caminos de la paz y la felicidad, la tranquilidad y el descanso?

Usted se place en considerarlo sin educación. La razón es que él se negó a considerar como educación, cualquier tipo de enseñanza que no ayude a instruirnos en la felicidad. ¿Iba a gastar su tiempo, como usted aconseja a Triario y a mí, leyendo poetas que no nos darán nada sólido ni útil, mas que diversión infantil? ¿Iba a ocuparse como Platón con la música y la geometría, la aritmética y la astronomía, que al partir de premisas falsas no pueden ser verdades y que, además, si fueran ciertas, no contribuyen en nada a hacer nuestra vida más agradable y mejor? ¿Iba a estudiar artes como estas y descuidar el arte maestra, tan difícil y a la vez fructífera, el arte de vivir?

¡No! Epicuro no era inculto: los filisteos reales son los que nos piden seguir estudiando hasta la vejez temas que deberíamos avergonzarnos de no haber aprendido en la infancia. He explicado mi punto de vista, solo con el objeto de aprender cual es su veredicto. Nunca antes había tenido la oportunidad de oírlo.